En esta página podrás leer 
      una "crónica" de cuarenta años en la que los riojanos 
      únicamente pudieron escuchar en voz alta y con todos los parabienes 
      el tono monocorde de las ideologías conservadoras. Las izquierdas 
      fueron silenciadas, o como mucho disfrutaron o padecieron del susurro endógeno 
      y de la clandestinidad. Estas cuatro largas décadas se abren con 
      el "asalto a la República" por una sublevación militar 
      en julio de 1936, se prolonga con una "guerra cainita" y un "Estado 
      campamental" hasta los años cuarenta, se dilatan con un régimen 
      de dictadura conservadora hasta llegar a los primeros años sesenta, 
      y se cierran con un franquismo "tardopragmático" a mediados 
      de los setenta. Su gran protagonista, aunque no en exclusiva, fue el General 
      Francisco Franco; sus auxiliares, y en muchos casos mucho más que 
      eso, los integrantes de una de "las dos Españas". 
Cuatro décadas son mucho tiempo. Desde luego el suficiente para demostrar la valía, la capacidad de establecer una forma 
      de convivir, evidentemente para todos, mejor, muchísimo mejor. 
      Nuestro empeño es comprender cuáles fueron los métodos 
      y hasta dónde llegaron los franquistas logroñeses. Y sólo 
      ellos, porque los demás no pudieron participar en este 
      "largo viaje" por exclusión impuesta a la fuerza y sin 
      consentimiento. Así podremos aclarar si tan largo paréntesis 
      mereció la pena. Si "la Cruzada", el "nuevo Estado", 
      "los veinticinco años de paz", ... y  "todo los 
      demás", nos llevaron a un país, a una sociedad más 
      justa, más humana, o al menos más equilibrada que la precedente, 
      a la que tanto denostaron y tanto empeño pusieron por "triturar".
       Logroño, y toda La Rioja, desde el primer día de la sublevación 
      militar pasó a ser, en el lenguaje de la época, "plaza 
      ocupada". Esto supuso la puesta en práctica de todos los planes 
      diseñados por Mola para que en las retaguardias no se diera ningún 
      tipo de problemas y pudieran seguir avanzando hacia otras plazas del territorio 
      nacional. Tal diseño supuso para los riojanos un 
saldo necrófilo 
      inverosímil, una vesania cainita sin precedentes, y un derrumbe de 
      la conviivencia social, que durante todo el siglo XX ha atenazado a las 
      más ruda sensibilidad. La Guerra Civil en la Comundiad Autónoma 
      de La Rioja fue únicamente exterminio y represión: nihilismo 
      en su valor más absoluto.
      
 
      Y cuando llegó "la Victoria" no se suavizaron mucho las 
      cosas. Una larga "posguerra" acentuó la exclusividad, el 
      maniqueísmo y el asalto a buen número de conciencias. "Los 
      buenos españoles" triunfadores, "prietas las filas", 
      se ocuparon de construir un "Nuevo Estado" a su medida.
      
      Así el sindicalismo vertical canalizó las relaciones laborales 
      en beneficio del más fuerte: el empresario, e incluso, en los tiempos 
      de relajación del sistema por necesidad de la productividad, las 
      Presidencias de los múltiples Sindicatos y sus Grupos y los asesores 
      técnicos funcionarios, amarraron las propuestas para beneficiarse 
      en los conflictos. También los "Delegados de Orden Público", 
      los Gobernadores Civiles, los cargos de las cúspides político-administrativas 
      y los intermediarios, vigilaron asiduamente a las personas de una y otra 
      condición para que el orden, la moral, la cultura, ... se sometiera 
      al dictado de los poderes centrales. Los archivos están llenos de 
      redacciones prosopográficas en las que la más leve incidencia 
      heterodoxa implicaba suspicacia, en el mejor de los casos, y represalias 
      o condenas con muchísima más frecuencia. Hay informes de los 
      miembros elegidos para las Juntas Directivas de las Asociaciones de todo 
      tipo, aunque previamente las leyes eliminaran la más mínima 
      influencia ideologizadora; se acumularon las fichas gubernativas en carpetas 
      de sospechosos; se frecuentaron las multas en Alcaldias y Cuarteles de la 
      Benemérita. Los certificados de "buena conducta", en cuartelillos 
      y parroquias... y los de "penales", ... se impusieron como puerta 
      previa para probar la inocencia, la limpieza, la aptitud para cualquier 
      ocupación, oficio y empleo.

Sin referirnos a necesidades más perentorias sobre las cuales las 
      "cartillas de razonamiento" y los "Auxilios Sociales" 
      poco pudieron hacer. Se aguantaron todos estos hechos y supuestos con estoicismo 
      en estado puro, y cuando ni siquiera la reflexión filosófica 
      les consolaba, tuvieron que "hacer las maletas", como Pepe, e 
      irse a Alemania,... o a el País Vasco, o a Cataluña,... o 
      a donde se pudiera encontrar "el jornal mínimo" para poder 
      subsistir. Obviamente, una minoría, mientras tanto, montaba cacerías, 
      monterías, banquetadas, ... mientras proliferaban los "Santos 
      Inocentes". Y estas prácticas y costumbres, en buen número, 
      no se cerraron hasta los años en que la democracia estaba ya bien 
      rodada.
La oposición a este sistema y práctica de vida vivió 
      durante décadas sumido en el miedo y en el terror, por lo que su 
      actividad, hubo de ser, a la fuerza, muy reducida. Sin embargo, subsistió 
      en el silencio, en la clandestinidad, y en el exilio interior y exterior. 
      Y aunque este contexto es escasamente propicio para acumular datos e informaciones 
      se pueden encontrar en ella un vector siempre apuntando hacia metas dignas 
      del mayor elogio y aplauso: la igualdad, la dignidad, la libertad, .... 
      Y aunque no dan para comer, ... sí reconfortan el propio ego y la 
      calidad humana de las personas.