¿Quién fue este personaje homenajeado en el franquismo poniendo su nombre a un mercado logroñés? Don Juan Ramón Ruiz de Pazuengos fue, según ya dejó dicho en 1806 el canónigo Juan Antonio Llorente, un “sujeto de instrucción y talento”, y añado yo, fue, además, un señalado “pionero” en muchas áreas. Es pionero en el campo de lo que se empezaba a llamar entonces la “higiene de la ciudad abierta”; también lo es en el largo proceso del “provincialismo riojano”; y más aún, y de mayor calado histórico y económico, lo fue de la “industria vinícola de La Rioja;”. Pero además presenta variados aspectos vitales, en distintos períodos históricos, marcados por la originalidad y la singularidad que van más allá del área territorial de la Merindad de Laguardia, en La Rioja alavesa, donde tenía su vecindad, y de las actividades político-administrativas vividas en “el país” que me ocupo en este relato.
Pazuengos antes de la guerra napoleónica
Antes de llegar la Guerra de la Independencia y de ser Corregidor de Logroño y su comarca en el Gobierno del Rey José Bonaparte I ya venía participando en la política asiduamente. Sólo referiré un caso, como ejemplo, pues no es este el motivo central de incluir al personaje en este ensayo. En el año 1802, había sido protagonista destacado en las
Juntas Generales de Santa Catalina de la Provincia de Álava, cuando era
Procurador General de la Hermandad de Laguardia, al denunciar el ataque a los fueros vascos por la Real Academia de la Historia cuando publicó en este año (1802) un
Diccionario geográfico histórico de España. Era el tomo I (el tomo II salió cuarenta años después), estaba impreso en Madrid, y se ocupaba en conjunto del Reino de Navarra, del Señorío de Vizcaya y de las Provincias de Álava y Guipúzcoa. El Procurador Pazuengos leyó una
Exposición, que el canónigo Juan Antonio Llorente reproduce con aire burlón y despreciativo, en la introducción de su libro
Noticias históricas de las tres provincias vascongadas (Madrid, 1806), Dice así.
“Muy noble y muy leal provincia: en el Diccionario geográfico, dado a luz por los señores académicos de la historia de Madrid, se trata de ilusión, preocupaciones y ceguedad la idea de la independencia y soberanía de V.M., aún antes de su voluntaria entrega al Rey Don Alonso. No necesito manifestar a V.S. lo que le pueden perjudicar tales especies, proferidas por unos autores que afectan la mayor sinceridad e imparcialidad y que en lo demás que hablan de V.S. le hacen la justicia que merece. Cualquiera que reflexione sobre esto, se convencerá que, llegándose a extender sin oposición tales noticas, perderán los fueros de V. S.
su más firme baluarte y apoyo y no será difícil calcular el tiempo en que se reputará por efecto de una mera gracia revocable a voluntad lo que V.S. ha mirado siempre con razón como dimanado de un contrato de rigurosa justicia. Para precaver tales inconvenientes pienso que será muy oportuno en que encargue V. S. a su primer asesor y otros literatos de la provincia la formación de un escrito y respuesta victoriosa a los argumentos de los académicos, y aún poner en práctica lo que estos mismos dicen acostumbra V. S. a hacer cuando se introducen escritos que ofenden sus privilegios. V. S. lo verá y resolverá lo que sea de su mayor agrado.”
Había pasado poco más de un lustro (1894) desde que las tropas revolucionarias francesas de la “Convención” invadieron Navarra y las tres provincias vascongadas sin demasiadas dificultades, lo que desató una campaña de descrédito sobre la endeblez de sus atribuciones militares. En este contexto se publicó (1802) el
Diccionario de los académicos de la Historia de Madrid y en este mismo sentido, también, el libro (1806), citado anteriormente, del canónigo, ahora de la Sede Primada de Toledo, Juan Antonio Llorente. Don Juan Ramón Ruiz de Pazuengos leyó las más de cuarenta páginas a dos columnas de la entrada dedicada en el
Diccionario al término Álaba (provincia), y en especial, aquellos folios ocupados de lo relativo a “su gobierno civil, político y militar desde su origen hasta nuestros días”. Lo que encontró Pazuengos le llevó a redactar la
Exposición alertando de lo que en él estaba escrito. El canónigo Llorente lo recuerda cuatro años después (1806) en el Prólogo de su libro como uno de los “ilusos” que creían en las fabulaciones existentes sobre los fueros vascos. Por aquí andaba ya, nada más de arrancar el XIX, el Corregidor afrancesado de Logroño, que hoy da su nombre a un mercado en esta ciudad y que alimentó variadas polémicas tanto en vida como años después de su muerte.
Pazuengos "josefino". Pionero provincialismo riojano
No fue Ruiz de Pazuengos un protagonista cualquiera durante el convulso primer tercio del XIX. Estuvo siempre en la primera línea del poder político, y más aún económico, e incluso social, de la comarca de La Rioja.
El dato más destacado, y también el de mayores tintes polémicos, de su currículo político, es haber sido “Corregidor de Logroño y su comarca” durante los años de control y dominio de las tropas francesas en la ciudad, Sus propuestas, proyectos y acciones están en el único libro de
Actas del Ayuntamiento de la ciudad de Logroño que nos ha llegado de esos años de guerra (1808-1913), como también en las numerosas notas o papeles desperdigados por los archivos locales de la región, pero me abstengo de enumerarlos, para, como decían entonces, “evitar prolixidades”, ya que haciéndolo tampoco sumaría mucho más a la biografía de Don Juan Ramón. Sólo escribiré de una de sus propuestas íntimamente unidas al tema central del que va este libro, es decir, a su petición de secesión provincialista o lo que es lo mismo, a la reclamación de que todas las tierras riojanas estén reunidas en una entidad administrativa propia y autónoma.
Solo en una de las varias propuestas de división provincial de la Nación proyectadas por los afrancesados josefinos, se había tenido la suficiente sensibilidad política para plantear que La Rioja fuera un Departamento, Intendencia o Provincia autónoma. El coronel valenciano Francisco Amorós, un adelantado de la educación física entre otras cosas, proyectó desde Burgos, por mandato de José Bonaparte I, una reforma territorial basada en las cartografías precedentes (de Vicente Tofiño San Miguel y Tomás López de Vargas), en los consejos de su amigo el canónigo riojano Juan Antonio Llorente y de otros. La propuesta estaba lista a mediados de noviembre de 1808 y el Mapa resultante dividía a España en 38 Departamentos y uno de ellos era el de La Rioja como circunscripción nueva. Justificaba su nacimiento “porque tiene unos límites naturales muy oportunos“, defendiendo, muy en la línea de tantos escritos y exposiciones teóricas de riojanos que se habían ocupado en las décadas precedentes sobre el tema de la descripción territorial de Rioxa. Esta propuesta se quedó en nada, aunque no resultó baldía pues parece que influyó en otras reformas administrativas posteriores. Poco más de un mes después (29 de diciembre de 1808) el Ayuntamiento afrancesado de Logroño acordaba en un escrito, redactado en su
Libro de Actas, lo siguiente:
"Habiéndose tratado, de que en la nueva constitución que ha de formarse, ha de haber mudanzas en la Administración de todos los ramos; Creyendo que sea esta la ocasión de lograr que esta Ciudad quede eximida de la sujeción a la Intendencia de Soria, y que por sí sola con todos los pueblos de Rioja forme una Intendencia separada, en lo que conseguiría notables ventajas, se acordó hacer una Representación al Emperador de los franceses solicitando esta gracia, y proponiendo desde luego, para este empleo al actual Señor Corregidor, de quien se tiene la mayor confianza que formara un interés propio en todo cuanto convenga a esta Ciudad".
El Ayuntamiento de Logroño tomaba el acuerdo, reproducido en el párrafo anterior, pocos días antes de cerrarse los primeros siete meses de “la segunda revolución contra los franceses” (29 de diciembre de 1808). Es una fecha muy temprana en relación con el tema del “arreglo de provincias” que empezaba a ocupar, una vez más, la actualidad política-administrativa, tanto en el bando pro josefino o afrancesado, como, poco después, en el “patriota” liberal constituyente. Hasta ahora se había vivido en la comarca de Rioxa un profundo sentido de unidad territorial comarcal que quedó siempre anotado en los escritos de particulares y en las
Actas de las numerosas Juntas celebradas bajo la óptica económica fiscal. Pero nunca, que yo sepa, se había solicitado, ni menos desde una institución oficial como un Ayuntamiento, y tan significado como el del Corregimiento de Logroño, la segregación de toda, o de alguna de las partes de su conjunto. Las cabezas (Soria, Burgos y Vitoria), que venían siendo administradoras desde principios del XVIII del territorio considerado como “Provincia de Rioxa”, no habían sentido nunca la presión secesionista de manera tan directa, Aquí, en el Corregimiento de Logroño, como institución política-administrativa oficial, es la primera vez que formalmente “se acordó hacer una Representación al Emperador de los franceses solicitando esta gracia”, o sea, “que esta Ciudad quede eximida de la sujeción a la Intendencia de Soria, y que por sí sola con todos los pueblos de Rioja forme una Intendencia separada”. El Corregidor que estaba al frente de la administración logroñesa era nuestro personaje Juan Ramón Ruiz de Pazuengos, que sin duda estaba al tanto de los proyectos preparados en Burgos por Francisco Amorós y quizás también de las dificultades para llevarse a la práctica. El escrito del Ayuntamiento de Logroño tal vez sea una forma de “presión” al Gobierno josefino en favor de hacer de La Rioja una entidad administrativa propia, lo que convierte también, a nuestro personaje, en un “pionero del provincialismo riojano”.
Un año después de la propuesta de Amorós se encargaba del proyecto de la división territorial de España del Gobierno josefino el matemático José María de Lanz y Zaldivar. Lo presenta para su aprobación al Ministro del Interior en diciembre de 1809 y en sucesivos pasos de información termina en
La Gazeta de Madrid en la primavera (4 de mayo) de 1810 en forma de un Decreto dictado por el Rey José I en Sevilla el 17 de abril de 1810. España quedaba dividida en 38 Prefecturas que a su vez se subdividían en Sub Prefecturas. La “Representación al Emperador de los franceses” del Ayuntamiento de Logroño sobre el tema había sido escuchada en parte. La Rioja se liberaba de la supeditación a Soria, pero quedaba administrada íntegramente por la Prefectura de Burgos, con la concesión de dos Sub Prefecturas con cabezas en Calahorra y Logroño. Se había dado un paso adelante en la unidad territorial del global de la comarca pero no se avanzaba nada en la secesión administrativa total. Así estuvo La Rioxa en el plano administrativo español hasta que salieron las tropas francesas de la región en el verano de 1813. Mientras tanto “los patriotas” también se vieron enredados en “el arreglo de Provincias”, y primero opinaron “muchas cosas ocurren al leer este decreto (el del Rey José I) y por descontado es no solo muy de reparar sino muy de reír la ligereza y temeridad con se dispone”… (
Gazeta de la Regencia de España e Indias el 18 de mayo de 1810), y más tarde decidieron llevar a la Constitución de Cádiz el mismo tema, tal como veré más tarde en otros apartados.