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Fidel García Martínez
obispo de Calahorra Y LA CALZADA
Asamblea Eucarística - 1928

Don Fidel fue prelado de la Diócesis riojana de Calahorra y La Calzada durante el régimen constitucional de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil y bastantes años de la larga dictadura totalitaria fascista y nazi. Las controversias, de entonces y de ahora –no hace mucho me dijeron: “hay que tener cuidado con ese obispo”-, sobre su figura, y los datos históricos de hoy, apuntan hacia un obispo discutido. Veamos una síntesis de su dilatado currículo y sus peripecias, por aquí, en La Rioja.



Fidel García se formó a finales del siglo XIX en las primeras hornadas del seminario de Comillas –después Universidad Pontificia y semillero de muchos Prelados españoles de los años posteriores-. Llegó a La Rioja como Obispo de Hippo o de la diócesis vacante del norte de África de la que fue natural y prelado uno de los Padres y Doctores de la Iglesia más nombrados, San Agustín de Hipona. Vino en tren, y entre festejos de todo tipo cantó su primer Tedeum en la Catedral de Calahorra en el verano de 1921 (25 de julio a las seis menos cuarto de la tarde) para ser simplemente Administrador Apostólico de la diócesis de esta tierra y en ella se quedó para siempre al estar enterrado hoy “bajo el presbiterio de la iglesia (del actual Seminario de Logroño) en una cripta” al morir el 10 de febrero de 1973. Aquí, en La Rioja, -después de una larga vida de casi 93 años-, pasó más de cuatro décadas como “pastor” demostrando su carácter y fidelidad (es lo que significa Fidel) a favor de sus feligreses.


Los calagurritanos fueron levantiscos, revoltosos, díscolos,… “diablillos” –palabra más en consonancia con el asunto que trato- y motineros en el verano de 1892, cuando oyeron, que según el Concordato de 1851, su Prelado se iba a vivir a Logroño-capital, y en penitencia a sus pecados les dejaron “huérfanos de Pastor” a lo largo de tres décadas y media hasta el 8 de diciembre de 1927. Precisamente, Don Fidel, celebró con una misa “cantada de Goicoechea a tres voces” el restablecimiento de la lista de los obispos titulares de la capital de La Rioja Baja, la Calagurris de los romanos, al ser nombrado “obispo residencial”. Entre ambas fechas (1921-1927) y momentos (el primer Tedeum y la Misa cantada de Goicoechea a tres voces) el Prelado leonés se involucró en distintas áreas apostólicas, tanto dentro como fuera de La Rioja, y una de las de aquí le costó el primero de los estigmas que la historiografía –y tal vez las maledicencias posteriores- asignó a su persona. El sindicalismo Agrícola Católico de la provincia gozaba a finales de los años diez de su máximo esplendor en secciones y asociados y se fue enredando en una burbuja expansiva de iniciativas y nuevos locales que pronto ahogaron las finanzas de la Caja de su Federación. Se buscaron los culpables y entre otros encontraron a Don Fidel, Obispo, por haber aconsejado a los párrocos que no integraran las Juntas de sus Organizaciones ya que debían ser ocupadas y dirigidas por seglares.


Toma de posesión como titular de la Diócesis

El banquete reunía al Nuncio de Su Santidad, a cuatro Prelados llegados de fuera, además de a las autoridades superiores de la provincia y de la ciudad de Logroño y al obispo de la diócesis de Calahorra, Don Fidel, que actuaba de anfitrión. Hoy podemos recuperar la imagen del conjunto que compartió el mantel –yo cuento quince, pero es posible que haya más- porque la revista popular ilustrada madrileña Mundo Gráfico la incluye en un reportaje fotográfico a toda página en diciembre de 1929. A la fotografía del grupo del agasajo, la revista acompaña otras cuatro más bajo el título El nuevo Seminario Conciliar de Logroño que previo al convite se acababa de inaugurar. Se muestra, en una vista panorámica, el nuevo edificio precedido de arbolitos y caminos hacia el “vestíbulo” del mismo –también en otra imagen-, además de la foto del acto religioso concelebrado por los prelados y el Nuncio bajo un friso decorado con la Virgen en el plano superior y Cristo de brazos abiertos y cinco apóstoles -supongo- debajo, y de otra vista general de la mesa de autoridades sobre estrado y un amplio número de fieles que abarrotan la sala o salón del acto de la inauguración.

Nuevo Seminario de Logroño - 1929

El 10 de noviembre de 1929 fue un gran día para la diócesis riojana, y es posible, sin duda, que también fuera el cénit de la vida episcopal y pastoral de Don Fidel, pues en este otoño no solo se estrenaba un espacio nuevo y funcional –y de aquí el banquete descrito- que sustituía al vetusto Seminario ancestral plantado en el centro de Logroño, frente a la plaza de “El Espolón”, sino que se cumplía otro de los grandes sueños perseguidos por el obispo: el de facilitar la formación y la residencia de un par de centenares de las futuras vocaciones sacerdotales.


No pareció muy activo, salvo en su función pastoral y eclesial, en los años de la República, aunque J(esús) Z(amora)M., en la necrológica Ha muerto el obispo Don Fidel, en Nueva Rioja de 1973, recuerda, apelando a ser “depositario de su archivo secreto”, que cuando la República “fue designado para ocupar la sede primada de Toledo vacante por el destierro que sufrió el Cardenal Segura”. Y añade, muy en la línea de aquellas fechas: “Pero don Fidel no se prestó al juego de aquellos políticos de la República que aceptaban con buenos ojos o con resignación la sustitución”. ¿Es otra apelación más al modelo de San Fidel de Sigmaringa, capuchino y mártir? Sea como sea, el obispo Fidel siguió aquí en su diócesis de Calahorra y La Calzada durante toda la II República sin que desempeñara demasiado protagonismo, al menos en la parte pública o publicada. Otra cuestión fue la de su feligresía y la de los medios de prensa diocesanos afines de la “Buena Prensa”, que sí que fueron “más papistas que el Papa”, tal como he desarrollado en un apartado anterior dedicado al tema.


Conjunto fotográfico sobre Fidel García

Y desempeñó el papel de Excelentísimo y Reverendísimo Obispo de Calahorra y La Calzada Doctor Don Fidel García Martínez –casi siempre ahora llamado así- durante los años del nacional-catolicismo de la segunda dictadura, la de los cuarenta años de la que escribo en este apartado, nacida tras el golpe que llevó a la Guerra Civil. Aquí estaba en el verano de 1936 cuando la guarnición logroñesa se sumó a la rebelión armada y aquí continuó hasta la primavera de 1953, cuando cesa –dimite- por decisión personal. Su presencia en La Rioja ahora sí es omnipresente durante esta década y media, y parece que no convenció a nadie, ni a vencedores ni a vencidos, y es posible que hasta él mismo se quedara insatisfecho de la vida de estos años. Los vencidos riojanos le acusaron de colaboracionista y, sobre todo, de mostrarse ausente ante las atrocidades cometidas contra ellos en estas décadas. Los vencedores nunca le perdonaron que cuando las tropas alemanas llegaban triunfadoras hasta Valcarlos en los Pirineos españoles, publicara una pastoral acusando de racistas y de otras peligrosas doctrinas a los nazis. Pero son los rictus y ceños gestuales del rostro de Don Fidel, en el amplio álbum de instantáneas fotográficas que han llegado de sus apariciones públicas, los que más muestran sus contradicciones anímicas en esta época. Miro la cara del obispo Fidel en la “fotografía de pose” del otoño de 1936 con que he arrancado el relato de este capítulo y parezco ver a un sacerdote circunspecto, como ido, tal vez avergonzado de encontrarse en el conjunto, y no dista mucho su figura en otra foto de 1952 cuando integra el grupo de autoridades (Ministros del Estado y gobernador civil) que inauguran el Palacio de Justicia de Logroño. Se me antoja con semblante seráfico, en medio o en cuasi éxtasis, cuando la cámara fija a Don Fidel en celebraciones religiosas, como muestran las tomas sobre la “vuelta” de los marfiles de San Millán -la famosa arqueta- a su Monasterio; o el paso por la capital riojana de la Virgen de Fátima; o las aperturas de algunos centros misioneros (el de las Hermanas de Jesús y María en Logroño, por ejemplo). Otras veces marca una sonrisa, quizás picarona, por la situación en que se encuentra –así cuando está en el centro del quinteto de un banquete entre el Ministro del Aire González Gallarza y una distinguida y apuesta señora que dialoga con otro militar o en una reunión de Acción Católica cuando habla Don Manuel de las Rivas, uno de sus confidentes riojanos de mesa camilla-. Otros ceños presenta, cuando hisopo en mano, bendice “primeras piedras” (nueva Alhóndiga municipal de Logroño, por ejemplo) o inaugura nuevos proyectos (el traslado de la vía del ferrocarril en Logroño o la inauguración del ferrocarril de Calahorra a Arnedo). Todos estos gestos, y más, presenta Don Fidel, obispo, en los años de nacional-catolicismo, como cuando se celebra el día de El Prelado, cuando inviste a riojanos como “Caballeros de la Orden de Valvanera”, cuando se peregrina al Pilar de Zaragoza,… o al desfilar entre jefes militares. El abuso de la imaginería nos enseña que ahí queda el retrato de cada uno hacia el futuro para bien o para mal.

Pero no todo fue cuestión de imagen en la vida de Don Fidel en estos años de totalitarismos y de nacionales-catolicismos. ACIES significa “escuadrón, batalla” y “viene a entablar las batallas del Señor” haciendo uso de la “(A)cción (C)atólica (I)mperada a los (E)spañoles (S)eglares”. Con este espíritu militante –e incluso militarista- nacía el Semanario de Orientación y Propaganda Religioso-Moral bajo esa cabecera –ACIES- en 1939, y según escriben en su número uno, al aparecer, en Nuestros propósitos, “en perfectas comunión y dependencia con nuestro reverendísimo prelado y patrocinada por la Junta de la Buena Prensa”. Y si en esta publicación están las “batallas del Señor” durante la década que salió a la calle (1939-1949), también lo están, y algunas de ellas más aceradas, comprometidas y espinosas, en el Boletín Oficial del obispado de la Diócesis de Calahorra y La Calzada. ¿Qué encontramos?

Del Semanario ACIES ha llegado una colección continuada de toda una década que permite seguir perfectamente el espíritu de la Iglesia, uno de los tres pilares del alto franquismo. La concepción de “combate”, de “escuadrón” y también de "conquista", de eso que ha llegado a denominarse el nacional-catolicismo se recoge perfectamente en sus páginas. Consta de Secciones fijas, pero a medida que pasan los años después de la Guerra Civil, se perciben cambios en las campañas y propagandas que temporalmente se incluyen en el impreso. Y estos cambios no sólo se refieren a rigideces doctrinales, sino, y principalmente, a las temáticas. De las campañas de moralidad pública, -contra la blasfemia, la relajación en el vestir de las mujeres,…-, la inmoralidad del cine, las "Santas Misiones" a lo grande -28 jesuitas a la vez en una de ellas-, se va pasando, dentro de la estrechez de criterios del momento, a actitudes y temas más abiertos o de mayor calado social. A finales de los cuarenta la "Acción Católica" inicia sus pasos en cuanto al "problema social obrero" organizando la HOAC (Hermandades Obreras de Acción Católica), que incluso fueron consideradas –estas Hermandades- como uno de los grupo de oposición al régimen cuando los Gobernadores Civiles informaban de la situación política y social de la provincia al ministro del ramo. ¿Otro estigma más añadido a Don Fidel, obispo?

Página inicial del Boletín Oficial del Obispado con
la Pastoral de 1942
Pero la máxima mancha, mácula o sombra que se aplica a Don Fidel a lo largo de su vida se encuentra en el Boletín Oficial de la Diócesis. Estamos cerca de la primavera de 1942 (12 de marzo), en pleno fervor y gozo por los triunfos militares de los países europeos que ayudaron a ganar la Guerra Civil, cuando sin aviso previo, por sorpresa, se imprime en la Sección Oficial del Rvmo. Prelado una Instrucción Pastoral bajo el título Algunos errores modernos. El Obispo Fidel García la lía, y gorda o “parda” –como se dice ahora-, aunque aquí en La Rioja todo fuera silencio en esas fechas sobre el escrito y rencores acumulados para otros tiempos. En 17 páginas, Fidel, Obispo, firma, el día de San Leandro (29-II-1942), su calvario posterior. Se ocupa en la Instrucción Pastoral de los muchos “errores que campean” y “se expresan sin rebozo y con entera libertad” por la España de estas fechas. Anatematiza, o se mete, nada menos, que con las doctrinas nazis, cuyas tropas ahora están en la cima de sus conquistas desde que empezara la II Guerra Mundial el 1 de septiembre del treinta y nueve. Lo que escribe, dada la situación reinante en nuestro país en aquel tiempo, no es sólo de valientes, sino de héroes. ¿No le pasó algo similar a San Fidel de Sigmaringa siglos pasados, por lo que después fue consagrado mártir y santo? Algunos apologetas de Don Fidel así lo han visto (el Magistrado Antonio Arizmendi por ejemplo). Desde luego no fue eliminado físicamente como el santo homónimo, pero sí social, pastoral y religiosamente poco a poco, “a fuego lento”. Continúo el relato.

La “canallada” tardó en llegar, pero llegó. Y la construyeron desde los estamentos oficiales, y se la creyeron incluso sus compañeros Prelados y no digamos el resto de los fieles riojanos. Es como una película de enredo –hasta el nombre, Vicki, y el lugar, Barcelona, coinciden, sólo falta Cristina, para estar en esa cinta posterior de Woody Allen-, pero fue así. Se construyó un Informe –“reservadísimo”- en el que contaban cómo habían encontrado al obispo de Calahorra en ”pelotas” –¡a sus setenta y dos años!- en la cama con una mujer de mal vivir en una casa de citas –en la que también había menores- de la capital del Principado. Estamos en agosto de 1952, en los días del Congreso Eucarístico de Barcelona, que según las crónicas superó con creces el millón de visitantes. Fidel, obispo, autor de la Pastoral contra los nazis citada, impresa en el Boletín Oficial de la diócesis riojana hacía una década (1942), y Prelado tachado de tibio hacia determinadas leyes del “nuevo régimen” (el Referéndum del 1947 por la Ley de Sucesión, entre otras), resulta que era un “rijoso redomado”. Así se lo hicieron saber al arzobispo de Barcelona –cabeza de los Metropolitanos españoles de aquella fecha-. Para reforzar esta “vida lujuriosa” del Obispo de Calahorra se añadieron otros “rumores”, invenciones o fantasías eróticas y malintencionadas de sentido similar, como la que yo mismo he oído, en la que contaban que un vecino de Calahorra le vio en Sevilla muy acaramelado con “una morena y una rubia” en los toros, y al saludar al Prelado, éste le dijo: nos vemos en Toledo; el calagurritano salió despavorido de la ciudad del Guadalquivir y sin parar llegó hasta su pueblo, temiendo que fuera emparedado en alguna de las naves de la catedral toledana.

Información gráfica de la muerte de Fidel Obispo

Fidel García Martínez salió de mala manera y con lo puesto de la que había sido su casa durante treinta y dos años continuados, el Palacio Episcopal de Calahorra, en la primavera de 1953. Había dimitido. El artífice o coadyuvante de estos hechos tiene por nombre el que le acompaña en el título de este apartado: “Don Abilio”. Una década después (1964) un nuevo Informe –ahora del SIM (Servicio de Inteligencia Miliar)- directamente dirigido a Franco demostró que toda la vida licenciosa, y en especial “el cameo” de Barcelona, había sido un montaje. E imitando a sus connaturales calagurritanos motineros de 1892, el Magistrado Antonio Arizmendi reivindica –en el siglo XXI- la realización de “otra canallada” más hacia Fidel, Obispo, al tramarse un “pacto de silencio” para evitar “males mayores”, con eso de que “es mejor no desenterrar el pasado” –que tanto se lleva ahora-, “cuanto más tarde se sepa mejor”. Volvió con los suyos, primero a Oña, y después a Deusto, como obispo dimisionario, hasta que unos meses antes de morir llegó a Logroño para ser enterrado. Y aquí sigue en su seminario, animando aún, en el segundo milenio, desprestigiadas controversias y suspicacias ya reliquias de aquel pasado dictatorial que le ensució y dañó tanto.

ALBUM FOTOGRÁFICO OBISPO FIDEL GARCÍA:
Fotografías de Fidel García, obispo, a cuerpo entero de distintas épocas, y otras con las figuras del régimen. >>>>