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30 - XI - 1833. Restablecimiento de la provincia de Logroño

Javier de Burgos

El retorno al absolutismo decretado por Fernando VII fue nefasto para La Rioja como ente político, pues su autonomía administrativa estrenada en el Trienio Liberal quedó anulada y sin efecto, y con ella muchos intereses e ilusiones.

También supuso un serio retroceso para la economía regional, (recuérdese que uno de los argumentos constantes del provincialismo riojano era que contaba con una autosuficiencia económica fruto de "sus privilegiados pagos" como para ser Provincia) aunque quedó mitigado cuando las desamortizaciones del Trienio -fundamentalmente de fundaciones- fueron legalizadas a finales de los años veinte.

La experiencia del Trienio Liberal

La brevísima experiencia de administración propia había sido halagüeña y muy esperanzadora. La disolución de su organización política, administrativa y económica propia, con la vuelta del absolutismo en 1923 supuso un salto cualitativo muy señalado en la dinámica y visión política de los riojanos, especialmente en sus élites. De la mera "conciencia provincialista" como motor de las reivindicaciones autonomistas, se pasó, durante la "ominosa década", a la formación de eso, tan vago pero esencial para una sociedad, que se conoce con el nombre de "memoria histórica".

En la memoria quedaron los esfuerzos y los desvelos, las frustraciones y los logros de tres largas décadas pasadas recompesadas finalmente con la constitución de la provincia. Se guardaron en la misma como "haber", y también como "debe", algunas fechas claves y varios nombres propios. Y sobre todo, se grabó en esta facultad cognoscitiva, la forma de régimen y de ideas políticas que habían hecho efectivo su nacimiento como Provincia, y sus primeros pasos.

Por ello aquí comienza, en esta última década del reinado de Fernando VII, ese concepto histórico, tan generalista como escasamente explicado y conocido, de "La Rioja liberal", o del "liberalismo de la margen derecha del Ebro". Y es que la ideología liberal se había demostrado para los propietarios riojanos en el período constituyente y legislativo gaditano y en el Trienio Liberal, no sólo exenta de "pecado", sino fructífera y de significado interés, en especial, y lo reiteramos, para las grupos más acomodados y poderosos. Y esta imagen aún seguiría acrecentándose cuando las necesidades bélicas de la Guerra civil carlista posibilitaron a estos grupos aún mayores frutos, especialmente, en la acumulación de "tierras de manos muertas".

Fernando VII muere el 29 de septiembre de 1833. Y el problema dinástico se vivió de una manera especial en La Rioja, como puede que sucediera de modo similar también, por ejemplo, en Cantabria. El gobierno, y la propia Madre Gobernadora, Cristina, necesitaban una frontera fiel y leal contra el carlismo, pues el enemigo, y también el prófugo, se encontraba de La Rioja simplemente "a un tiro de bala de cañón" o a "un salto de un vado del Ebro".

Mapa de la provincia restablecida en 1833

Provincia en 1833
Pese a que hoy los territorios administrados por la Comunidad Autónoma son los mismos que en 1833, no fue siempre así.

Los mismos provincialistas que consiguieron hacer a La Rioja provincia, a la mínima ocasión propicia o llegada de su "partido" al poder, recurrían a una Real Orden o a un Decreto anulando al de 1833 y restaurando los límites provinciales con los que nació como Logroño en 1822.

Pero como las ocasiones no fueron muchas, y sobre todo sus ideas políticas no se consolidaron nunca largo tiempo en el poder, su empeño no llegó nunca a ser efectivo de manera permanente.

Muerte Fernando VII
RESTABLECIMIENTO ESPARTERO

Logroño otra vez provincia: 30 de noviembre de 1833

Así que a los dos meses del óbito del Rey el primer Ministro de Fomento de la causa isabelina, Javier de Burgos, decretó una nueva división civil del territorio español en 49 provincias. Y la de Logroño no faltó en la Gaceta, por lo que significaban sus tierras como frontera contra los principales seguidores y defensores del hermano del Rey difunto.

El 30 de noviembre de 1833, por estos motivos bélico-políticos principalmente, se restablecía la Provincia de Logroño, constituida unos diez años antes.

No hemos encontrado documentación en la que se muestre el regocijo especial de los riojanos por su vuelta al status de Provincia Española, como sucediera cuando nació en los años de 1821 y 1822. No obstante, es igual, pues existen hechos sobrados que demuestran el profundo interés con que fue acogida y, sobre todo, defendida, desde el mismo momento del restablecimiento.

La provincia de 1833

La Provincia de Logroño restablecida a la muerte de Fernando VII era muy distinta de la decretada en 1822 en el Trienio Liberal. Sus límites fueron recogidos en el citado Decreto del 30 de noviembre de 1833 básicamente también en lenguaje geográfico y reproducidos en el primer número del Boletín Oficial de Logroño con el error de incluir en la provincia a "la Bastida", en lugar de Abalos.

De uno a otro Decreto -el del Trienio y este- la Provincia de Logroño había perdido territorios, o poblaciones, por los cuatro puntos cardinales, y se habían cedido, igualmente sin excepciones, a todas las provincias de las que había nacido en el año de su constitución. Al este retornaban al Reino de Navarra las tres agregadas a Logroño, o sea, Fitero, Cintruenigo y Corella. Al norte toda La Rioja de la Sonsierra, menos San Vicente -y aldeas- y Abalos, se unían otra vez a Álava, para consolidarse como subzona riojana de las Provincias Exentas; y Viana y Aras hacían lo mismo pero volviendo al Reino de Navarra. Al oeste se adherían a la administración burgalesa Altable y la veintena de núcleos poblacionales en torno a Cerezo de Río Tirón y Belorado. Al sur la provincia de Soria recibía las poblaciones serranas de Monterrubio, Neila y Montenegro, así como todos los núcleos de la tierra de Yanguas -pueblos y aldeas- y los mismos al sur de Cornago.

El Gobierno isabelino, pese al lenguaje topográfico usado en la demarcación de límites (sierras, lagunas, puertos, montes, orígenes, nacimientos y márgenes fluviales,...), siguiendo el modelo de los técnicos de los Proyectos de la división territorial bajo el mandato de la Constitución de Cádiz, distaba mucho de acomodarse a este espíritu. Es verdad que la orientación geográfica en el señalamiento de los confines había sido desoída ya en parte por la Comisión de las Cortes cuando nació la provincia en 1822. Pero ahora ni se tuvo en cuenta. Los límites "cruzan, cortan, atraviesan y buscan ríos" sin someterse a las direcciones de sus aguas. Y es que el criterio que primó en la nueva división fue el histórico, y aún más, sin duda, la política posibilista del consenso, o del "tener a todos contentos", urgida por el conflicto armado.

La tesis se apoya en que, por lo que nosotros sabemos, no se dieron protestas ni reclamaciones serias de ninguna de las partes interesadas. Al menos en los dos años del Régimen del Estatuto. Ni siquiera durante el Gobierno de Mendizábal. Parece que todos se conformaron en beneficio de la unidad de la causa isabelina en contra de Carlos María Isidro.

La conclusión definitiva es que la Provincia de Logroño restablecida por Decreto del Gobierno el 30 de noviembre de 1833 se ajustó a los límites que aparecen en el Mapa inferior, que coinciden, como hemos dejado dicho, con los actuales de la Comunidad Autónoma de La Rioja.