Riojanos universales
Isaac Abeytua entrevista a Julio Rey Pastor - 1922
"La ciencia matemática nada nos debe, no es nuestra; no hay en ella nombre alguno que labios castellanos puedan pronunciar sin esfuerzo"
J. Echegaray
"Unos años más, y el enciclopédico Echegaray no hubiera pronunciado su desoladora frase. Pero en aquel entonces, Rey Pastor no había nacido aún. Nació después, en 1888, cuando la España estremecida del siglo XIX se preparaba, laxa e inerte, a sufrir la convulsión colonial."
Estos son los dos primeros párrafos de la entrevista, que el joven periodista riojano
Isaac Abeytua Pérez-Iñigo, realiza en Madrid a principios del año 1922, al matemático, también riojano, Julio Rey Pastor. Está publicada en la revista de Haro "Tierra Riojana"
La ENTREVISTA es un modelo en su género. No sólo por la información que aporta para aquel año 1922, sino, y sobre todo, por la calidad literaria que acumula.
Hoy, los datos recogidos son muy conocidos, aunque no lo eran en la fecha de la entrevista, pero lo que sigue siendo de alta calidad es la construcción del escrito. Tanto en cuanto a la estructura expositiva como en cuanto al lenguaje utilizado, y en especial el sentido progresista de la intención.
Abeytua, formado en el Instituto de Logroño, como lo es también el entrevistado, Julio Rey Pastor, ya demuestra en este año la calidad de periodista que será más tarde. En especial en los años de la II República, cuando llega a dirigir alguno de los medios -
Política- más destacados de Madrid.
"Nada más lejano del supuesto perfil, huraño e hirsuto del sabio, que el rosto sonriente y abierto de Rey Pastor.
- ¿El Sr.
Rey Pastor?
- Servidor de usted.
- ¿D. Julio? -aclaramos, en evitación de un posible equívoco
- Sí, sí, el mismo - ratifica él, sonriendo con un deje escépticamente burlón.
Hemos sorprendido al matemático en uno de sus raros momentos de asueto, repantigado en una butaca, y con un diario entre las manos.
- Yo soy un hombre muy poco decorativo - dice, al saber nuestros propósitos inquisitivos-. Pero, puesto que usted quiere escribir una pequeña biografía anecdótica, ya buscaremos alguna anédota en mi vida.
- Su vocación hacia las Metemáticas se iniciaría firme y tempranamente ¿verdad?
- ¡Oh, sí! Mi vocación debió de ser muy terca, cuando persiistió, a pesar de los profesores; de los planes de Bachillerato. Creo que tuve que pasar en los seis años por cuatro planes distintos. Pero yo me desinteresé de todas las restantes asignaturas memorísticas, para dedicarme al estudio de las Matemáticas.
- Acabado el Bachillerato,
¿no quiso usted ser militar?
- Sí, inútilmente, por cierto. Me presenté a examen en la Academia de Infantería, y me suspendieron. Parece que yo no supe resolver a gusto del profesor un problema de Algebra. Yo quise discutir con él la solución y, claro está, no me lo consintieron. De todos modos no estoy arrepentido de mi suspenso. Hubiera sido muy mal militar, ya que empezaba discutiendo con mis superiores.
- ¿Sus estudios superiores los hizo usted en la Facultad de Ciencias de Zaragoza?
-Sí. En Zaragoza
- Desde luego, con un gran aprovechamiento...
- Con todo el aprovechamiento posible en España. Sin embargo, yo, contra la opinión de varios de mis catedráticos, que afirmaban que "yo sabía todo lo que tenía que saber", me propuse conocer la Matemática moderna, casi inédita por estas latitudes, y me fui a Berlín.
- ¿Siendo ya catedrático?
- Sí; para entonces había ganado, primero, una Auxiliaría de la Universidad Central, y después, la cátedra de análisis matemático de Oviedo. Pero al llegar a Berlín, prescindí de mi muceta y asistí a las clases de oyente, como simple alumno. Durante largo tiempo viví en una ardua labor ininterrumpida, sin desperdiciar un sólo segundo. Cuando en clase explicaban algo que me era conocido, abandonaba el aula para ir a la Biblioteca. Al cabo de algunos meses juzgué que podía alternar con los catedráticos, sin hacer el ridículo, y me presenté a ellos como profesor español. Uno de mis mejores recuerdos berlineses es el de Schwaz, un hombre que conciliaba maravillosamente la ciencia con el afecto.
¿Y regresó usted a España?
- Sí; entonces preparé y gané las oposiciones a la cátedra de Análisis matemático, que explico actualmente, de Madrid.
- ¿También obtuvo usted el premio extraordinario del Duque de Alba?
- Me lo dieron por mi obra "Fundamentos de la Geometría proyectiva superior". Eso fue lo que me concedió alguna categoría entre los matemáticos. No recuerdo con qué motivo, alguien le habló de mí al entonces ministro de Instrucción pública, que, naturalmente, no me conocía. "Sí, hombre -le aclararon-; es ése que ha ganado un premio de 12.000 pesetas". "¡La zumba!" -exclamó el ministro, lleno de asombro-. Será, indudablemte, un hombre de ciencia".
A raíz de aquello, dí unas conferencias en el Ateneo, que fueron muy comentadas, acerca de la "Evolución de la Matemática en la Edad contemporánea".
- ... Que le dieron a usted cierta fama de iconoclasta entre los matemáticos viejos...
Rey Pastor nos ataja con una mueca de cómico espanto.
- Yo le rogaría a usted que no hablara de tales cosas. No quiero luchar más ya. Ahora no pretende más que vivir en paz con todo el mundo. Dejemos eso.
- ¿Tampoco quiere usted contarme el proceso agitado y laborioso de su vijaje y retorno a sur-América?
- Es un poco largo, y si hablara de esto, me acusarían de personalista. No, no. Actualmente estoy resuelto a hacer Matemáticas para mi sólo, a explicar mi cátedra y a ganar algún dinero ... como industrial.
- ¿Como industrial?
- Sí; negocio, con algunos amigos en maquinaria de imprimir. De este modo pudiera resultar que yo pensase un libro, lo escribiese, lo imprimiese y lo tirase por mi mismo. Y acaso lo tuivera que leer yo solo también.
***
Está bien que el Sr. Rey Pastor, catedrático y miembro de la Academia de Ciencias a los treinta y dos años, se niegue a referir su caso sangrante y ejemplar. Pero nosotros, gacetilleros anónimos, estamos en la obligación de averiguar y relatar. Como lo hacemos.
Se trata del eterno calvario del innovador, en lucha contra el ambiente arcaico e inhóspito. Rey Pastor, como todos los constructores, fundamentó en el pesimismo, su optimismo futuro. Miró hacia el pasado matemático de España, y sus conclusiones fueron diametralmente opuestas, a las que Menéndez Pelayo, sabio, pero sectario, estampó en su "Ciencia Española". España no había tenido jamás una Matemática moderna, ni mucho menos la tenía entonces. Cuando los hierofantes de la ciencia oficial vieron llegar a Rey Pastor saturado de ciencia novísima, se encastillaron en sus viejos reductos. "La verdadera matemática es la mía", clamaron. Y le hiceron el vacío. Acumularon obstáculos en su camino, hostilizaron a sus discípulos.
Rey Pastor fundó una revista de Matemáticas, instituyó un Seminario, solicitó que le dejaron explicar libremente, en curso gratuito, la Matemática moderna. Y la revista hubo de morir ante la indiferencia de los pseudoctos. Los alumnos del Seminario matemático eran perseguidos sañudamente en las oposiciones. Y si no rechazaron el permiso para el proyecto de libero-docencia, hicieron algo peor las notabilidades científicas oficiales: lo dificultaron, lo dieron largas, lo sepultaron entre un Himalaya de expedientes...
La Institución Cultural de Buenos Aires, que ya había llegado a Ortega Gasset y a Altamira, invitó a Rey Pastor a dar unas conferencias sobre la disciplina científica, que es maestro. Era una empresa desinteresada, sin el móvil de lucro que impulsó al argonauta Blasco Ibáñez a cruzar el Océano. Rey Pastor acudió a la capital porteña.
Fue en Buenos Aires Rey Pastor un alto embajador de la intelectualidad hispana. Su mentalidad -que tiene en la Historia de la Matemática un lugar junto a Cantor, Cauchy, Schwartz, ... -resplandeció en las aulas de la Argentina, de Montevideo y del Plata con toda su máxima autoridad. Su estancia en tierras americanas, que habría de durar tres meses, se prolongó año y medio.
Entonces España, que siempre aguarda para conocer a sus eminencias a que las descubran los extranjeros, reclamó para sí a Rey Pastor en mensajes cuajados de brillantes tópicos patrioteros. Rey Pastor a pesar de que allá tenía un presente halagüeño, mientras en su patria le esperaba un porvenir misérrimo, accedió a regresar. Sólo puso una condición: que se les consintiera a él y a otros profesores orientados modernamente explicar gratuitamente, en unos cursos libres, sin trabas ni absurdas divisiones de trabajo, la verdadera Matemática. Se le prometió así. Y Rey Pastor vino. Hace ya unos años que está de vuelta en España. Pero aún están en proyecto los cursos libres de Matemáticas.
En cambio -siempre es un consuelo-, Rey Pastor, el inventor del ultracontinuo, ha sido recibido en la Academia de Ciencias, al lado del Sr. Amós Salvador y del Sr. Navarro Reverter. Cobra cinco o seis pesetas de dietas cada seisión. Y continúa laboramdo tenazmante, en el retiro de su pisito de mesócrata, con los balcones abiertos de par en par, en tardes de sol, hacia las frondas de Rosales, ...Y, sin salir de España, está en continua relación epistolar con los investigadores de Alemania, de Francia y de América.
Y también, -es preciso, por muy académico que sea-, vivir con cierto decoro económico -negocia en máquinas de escribir.
Este es lectores, el caso sangrante y ejemplar de
Julio Rey Pastor, español, riojano y matemático."