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Las cinco etapas de la carrera militar de Espartero
Espartero político:
[Regente]
[En el Bienio]
[Propuesta de Rey]
[Bienes al casarse: 1827]
[Bienes en exilio: 1843]
[Bienes al morir: 1879]
[Imágenes]
[Página imágenes]
[Fondos Documentos]
[Espartero en la bibliografía progresista]
[Espartero en la historia de los sujetos]
[Bibliografía]
Cuando Espartero desapareció físicamente, a principios de enero de 1879, también se evaporó de las planchas de las imprentas. Las referencias a Espartero, es verdad, siguen dándose, pero ya no serían como las constatadas durante el siglo XIX. Aparece en Memorias, en libros de historia más generales, en novelas históricas. Nunca en forma de vidas exentas dedicadas al mismo.
En Logroño, la que fuera su ciudad adoptiva, sin embargo, no sucedía lo mismo. El mito de Espartero, una vez enterrado su cuerpo en el cementerio municipal y más tarde trasladado al pie del altar mayor de La Redonda, continuaba acrecentándose año tras año, y quisiera no sólo constatarlo, sino principalmente buscar las razones del porqué.
Las razones alegadas prodían ser múltiples. Algunos apoyarían sus respuestas en argumentos populistas, tan de moda; otros en explicaciones psicologistas socorridas bajo el concepto de "memoria histórica"; y los más, en empeños sensibleros y folkloristas del amable carácter riojano. Es posible que todas valgan, pero aisladas forzosamente son parciales. Las razones, sin duda, tienen que ser mucho, muchísimo más sencillas. Para ello trataré de recorrer en perspectiva histórica aquellos pasos que fueron conformando dentro, es decir, en nuestra ciudad, "el mito" de Espartero.
El intento viene de lejos. Ya a finales de 1840 el Ayuntamiento de la ciudad, formado íntegramente por esparteristas convencidos, bordeó los límites de la mera publicidad que venía formulándose en Logroño en torno al Duque, para rozar la mitificación, cuando aprobó por unanimidad erigir un monumento al mismo por subscripción popular. El proyecto fracasó posiblemente por eso, pero sirvió para "sembrar" gratuitamente durante los meses inmediatos las páginas del Boletín Oficial de la Provincia con los nombres de aquellos "Patriotas" civiles y militares que secundaron la idea. En total no se llegaron a sumar más allá de cuatro mil reales para levantar el monumento, de las dos mil escasas aportaciones individuales anunciadas, pero sentó un precedente muy útil para empeños posteriores.
La idea de 1840 permaneció aletargada durante años, y cuando los vientos políticos alentaron el viaje del Rey Amadeo I a Logroño para reunirse con Espartero, resurgió de sus cenizas. Ahora, un mes antes de la llegada del Rey, es el nada progresista Arquitecto Municipal de la ciudad, Francisco de Luis y Tomás, el que buscando su lucimiento personal propuso a la municipalidad erigir un monumento, alegando ideas ornamentales, a situarse en el centro de la "hermosa Plaza" que se estaba formando en "el paseo de las Delicias con las nuevas casas en construcción". Adjuntaba al proyecto de Monumento una comunicación en la que explicaba que su idea era "que conmemorase la libertad bien entendida, el valor heroico y la honradez a toda prueba simbolizada por su figura más brillante, por la gloria primera de España en la época presente, por el ilustre retirado que predilección tanta muestra a esta Capital al elegirle para punto de su residencia y descanso de sus fatigas, fatigas que tanto han engrandecido a esta Nación querida".
El arquitecto, en su rapto emocional, hasta olvidó escribir el nombre del Duque de la Victoria en la comunicación, que sólo consta en el margen izquierdo del Acta.
La municipalidad de 1871, fecha de la presentación del proyecto, formada por fusionistas, radicales y republicanos acogió bien la idea pero antes de aprobar nada decidió presentársela "al Ilustre General para saber si merece su aprobación; puesto que ha de servir para perpetuar una gloria Nacional que existió ayer, que hoy existe y que existirá mañana".
Las justificaciones de la representación municipal al porqué del monumento vendrán después de recibirse el visto bueno del homenajeado. Se recogerán quince días más tarde en el Acta del Ayuntamiento, cuando en Sesión Extraordinaria, el Alcalde y los Regidores aprobaron las Bases para su erección. Y desde luego no son nada novedosas. El Secretario simplemente repetía los estribillos, ya manidos en estas fechas, aplicados en todos los rincones del país al "ilustre retirado", a saber: "El Caudillo de Luchana, Pacificador de nuestra querida patria y Ciudadano el más noble y más leal del siempre honrado pueblo Español". En resumen, argumentaciones basadas en la popularidad de Espartero -argumento populista-, y/o en la "memoria histórica" -argumento psicológico-. Y es que aún no había llegado el momento de que sus convecinos y representantes en la ciudad asumieran su propio papel, despreocupándose de plagiar a los demás en su aprecio.
Pero no tardaría mucho en manifestarse. La originalidad del mito logroñés sobre Espartero se abriría públicamente a partir del día 27 de febrero de 1872, "aniversario del natalicio" del ahora ya Principe de Vergara, y aún permanece hoy sin cerrarse. ¿Por qué y cómo?. Este día fue "fiesta de guardar" en la ciudad. Se habían empeñado en ello sus más íntimos amigos, empezando por Tadeo Salvador, electo como Alcalde de la ciudad hacía muy pocos días, y continuando por muchos de los nuevos Regidores tan unidos a los últimos años de la vida de Espartero: el notario Plácido Aragón, el confitero Celestino Solano, el curtidor Policarpo Rivas, el comerciante Felipe Jesús Muro, etc. Y fue declarado así porque no se podía pasar ni un año más con el Príncipe vivo -al año siguiente cumpliría los ochenta años justos- sin inaugurar un monumento, aunque no fueran más que para "herir con ella *la escota* tres veces la tierra en que se ha de cimentar la obra". No se podían dejar morir a Espartero sin hacerle sus vecinos este homenaje. Tenía que estar presente el General. Lo menos original fue la parafernalia montada de comitivas y discursos, pues en todas/os se imitaba y se miraba hacia el pretérito, repitiendo escenas y recorridos, frases y aposiciones, vivas y gritos muchas veces reiterados en la ciudad.
Lo importante era constatar que todo lo que ahora se hacía -y añadimos, se hará después- era efecto de una situación tan simple y ahistórica como que el Conde de Luchana, el Duque de la Victoria y de Morella y el Príncipe de Vergara había fijado su residencia en la ciudad. Era la población agradecida por ello, como condensan las últimas palabras del discurso del Alcalde ante Espartero: "quien habéis hecho que los nombres de Espartero y Logroño se consideren inseparables, para la fama de esta ciudad, y por eso, desde el fondo de nuestra alma, os damos las más afectuosas gracias". Y en este mismo sentido se expresaba hasta el Gobernador militar de la provincia.
El monumento proyectado en estas fechas e inaugurado en este día nunca se llegó a terminar. Pero se mantuvo la idea original de la ubicación y el espíritu global del significado a otorgarle, o sea, no olvidar que la ciudad había tenido por vecino a tan ilustre personaje.
La continuación en esta línea se retomó después de su muerte al quedar su cuerpo en nuestra ciudad. Por eso una semana después de enterrado, se propuso en el Ayuntamiento "acudir a S.M. el Rey, a las Cortes y al Senado para que declararan la obra (inaugurada en 1872) Nacional facilitando los recursos necesarios a fin de terminarla según el proyecto del Sr. Arquitecto D. Francisco de Luis y Tomás", a la vez que se apoyaba el "pensamiento de la Diputación de la provincia relativo a la construcción de un mausoleo donde descansen las cenizas del vencedor de Luchana y de Morella". El mausoleo se inauguró una década después, el 30 de agosto de 1889. El monumento aún más tarde, el 23 de septiembre de 1895.
Ambos, desde entonces, fueron y siguen siendo lugares obligados de visita para los que acudieron/acuden a nuestra ciudad, y sobre todo, lugares de residencia, en efigie y en espíritu, en nuestra ciudad del nunca totalmente desaparecido Baldomero Espartero, hombre ilustre "retirado" en Logroño.
El primero -el mausoleo- se conserva tal y como fue construido por Juan Samsó, en la Iglesia Colegial de Santa María de la Redonda. El segundo -el monumento- puede contemplarse hoy en el Paseo del Espolón de la ciudad.