El vecino de Mondragón, Ramón Narvaiza Salsamendi, compra el antiguo Frontón existente en la C/ Norte de la ciudad de Logroño en el año 1921, cuando era un espacio descubierto y estaba en unas condiciones muy precarias para la práctica del juego de pelota. La inauguración del "Beti-Jai", en los San Mateos de 1912, hizo que la afición, especialmente en el primer lustro de su existencia, se concentrara en el remonte, en detrimento de la pelota a mano, que quedó reducida a escasos partidos y casi en la práctica a desafíos entre pelotaris locales o regionales.
Lo primero que hizo Narvaiza fue encargar un proyecto de remodelación al arquitecto logroñés Fermín Álamo con la finalidad fundamental de cubrirlo y ampliar la capacidad de espectadores.
Con esta mejora de las condiciones físicas, y la renuncia del Beti-Jai a la práctica de la pelota -se dividió en dos mitades: una para cine y otra para salón de baile- elaboró una programación esmerada con los mejores pelotaris vascongados y un cuadro de los más destacados riojanos. Y fue todo un éxito, que se incrementó aún más con la implicación directa de sí mismo, participando en partidos de desafío y organizando hasta disputas entre los propios retoños de los pelotaris locales y de su hijo.