[Página 3 del original] La resolución de S.M. del 16 del corriente nombrando Presidente del Consejo de Ministros al Sr. Duque de la Victoria, con retención del mando de los Ejércitos, presenta la determinaciòn más acertada que en la criis actual pudiera haber discurrido, porque la resuelve consticionalmente; se ha consultado en ella el voto Naciona, y salva la España de la anarquía, satisfaciendo de este modo todas la necesidades de la época, y presentando esta elección garantías a todos los intereses. Nosotros que teníamos estendido en un escrito nuestras ideas sobre la necesidad de esta medida, antes de tenerse noticia de la resolución de los Reyes, y que iban a publicarse por imprenta, queremos probar con las mismas ideas ahora que ya se ha verificado, no solo que ningún otro nombramiento hubiera llenado los deseos de la Nación, sino que atendidas las circunstancias actuales y el estado de la España, tampoco pudiera otro colmar la [Página 4 del original] efervescencia, y hacer el bien del País, sino el prestigio moral y real del Duque de la Victoria, y la facultad acordada e este de formar un Ministerio. Hasta ahora cuando se trataba de organizar este poder, que en el estado social de España es el más infliuyente, se pensaba la grave dificultad de darle los caracteres de prestigio y estabilidad que es forzoso tenga para obrar el bien del País. Una desgraciada experiencia ha hecho ver que ningún Ministerio de los varios matices políticos que ha tenido la España ha sido feliz para gobernar, por la razón que siendo todos producto de partidos, era casi imposible hallar hombres imparciales y superiores al torbellino de las circunstancias pero habiendo estas disminuido ya de gravedad por la terminación de la guerra con D. Carlos, son menos los obstáculos para conseguir lo que desea la Nación. La mayor dificultad que se ofrecía al nombrar un Jefe del Ministerio bajo cuya influencia y dirección se gobierne el estado, ha consistido mucha parte en que no era fácil hallar hombres que reuniendo una gran capacidad a servicios emi- [Página 5 del original] nentes, ejerciese una influencia moral y real, o lo que es lo mismo, gozase de prestigio sobre una gran porción de individuos. Pero como hasta ahora no se ha presentado este sujeto en la silla de la Presidencia del Consejo, y los que la han ocupado han sido sólo reputaciones de Tribuna o de Gobierno, no han podido resistir largo tiempo a los embates y contrariedades que llevaba consigo una situación tan grave y fecunda en dificultades, cual hemos tenido hasta el convenio de Vergara, y rodeados de exigencias, y sin otro apoyo que el carácter de Ministros han sido derrocdos con la misma facilidad que fueron elevados. Los pueblos tan difíciles en el día para acordar su confianza solo han visto cambios de nombres o de decretos al mudarse los Ministerios, con sólo la variación, a veces, de algún programa inejecutable o inejecutado por apendice o por antecedente. Si a esto se une que ha sido necesario recurrir a mediocridades para colocrlos en unos puestos, qeu los hombrs sagaces y previsores evitaban, a menos de no llevar alguna mira de interés particular, venderemos a conocer porque los Ministros han tenido tan poco apoyo, y han [Página 6 del original] llegado a ser un manequin (?) de partidos. Si las circunstancias de la guerra civil han dado este infausto resultado, de aquí en adelante no sería tolerable ni conveniente. El Ministerio es un poder del estado que debe tener estabilidad para que sea útil, y esto se halla confrimado en todos los Paises de Europa, bien sean según las doctrinas de Casimiro Perrier o de Thiers, ya de la oligarquía inglesa, lo mismo que por las prácticas de Constantinopla, o por los patrimonios Ministeriales de los Meternich, de los Hardemberg, y de los Berstonf. Con la inestabilidad de los Ministros y sigularmente del Jefe del Gabinete, ninguna idea fecunda puede realizarse, ningún sistema de reformas completas puede plantearse. Las relaciones diplomáticas con los demás estados se debilitan, y no cabe otra cosa por resultado que lo que hemos visto en cada nuevo Ministerio, es decir una hornada de empleados, y un aumento de viajeros pretendientes o cesantes en las diligencias. La versabilidad de cambios en el Ministerio, además de los males definidos, pro- [Página 7 del original] duce otros dos de consecuencias: el primero dispertar la ambición a tal punto que el último abogado sin haber defendido un pleito, y con solo tener alguna locuacidad e haber traducido alguna memoria, o escrito algún artículo en los periódicos, se afana, y se agita para subir a Ministro; segundo presentar este poder moral del estado tan fácil de destruir, que desde el día en que se sabe el nombre de los nuevos elegidos, se pricipian a preparar las armas para atacarle y como el alistamiento de combatientes está hecho en las numerosas falanges de cesantes que no esperan ser colocados, o que ven defraudadas sus esperanzas, y la brecha a las reputaciones está tan practicable en una Nación donde treinta y dos años de convulsiones todo lo ha desorganizado, el triunfo es casi seguro. Pero al terminarse la guerra civil la misma situación, ha producido un elemento de orden, del que es necesario hechar mano si queremos aprovechar las lecciones de la historia, y las probabilidades de un buen resultado. Este elemento de fuerza moral y del que carecíamos para la composición del gabinete, y para su presiden-.