Fueron tres días frenéticos de noticias novedosas; de hechos políticos y sociales en los que participaron 'gentes' de toda condición; de rumores y confirmaciones; de ilusiones y desengaños, ... Los días 10, 11 y 12 de febrero de 1873 acumulan episodios en la Historia de España que nunca antes se habían producido.
El día 10 en la prensa de todas las tendencias y territorios, en las reuniones de todos los 'salones' de una u otra posición ideológica, en los locales que llamamos hoy de 'restauración', y que entonces eran simples tabernas, cafés, ... o como decían muchos, genéricamente, 'lugares de mal vivir', 'el rumor' giraba en torno al tema de que se 'marchaba el rey extranjero', de que dejaba la corona el rey electo democráticamente por las Cortes, ... de que Don Amadeo I y su esposa se iban a su país. Y en otros lugares más influyentes de debate, se acudía a distinciones bizantinas sobre si era 'abdicación', si era 'renuncia', si era 'un feo que hacía a toda la Nación Española', si era.... Así terminó fraguándose la frase de 'La monarquía fugitiva', que como otras muchos recursos lingüísticos y retóricos se atribuyó a Emilio Castelar.
El día 11 fue el día de las reuniones maratonianas en las Cortes, en la Cámara Baja, en el Congreso de los Diputados y sus alrededores. En este día los protagonistas son el Presidente de la Cámara (Nicolás Mª Rivero), del Senado (Laureano Figuerola), del Consejo de Ministros (Manuel Ruiz Zorrilla), los líderes de los Partidos, en especial de los republicanos: Salmerón, Castelar, Figueras, ..., pero también de Cristino Martos -del Partido Radical-, Esteban Collantes -del Partido Moderado-, Álvarez Bugallal, ... Y asimismo de los ciudadanos que se arremolinaron en torno al edificio del Congreso durante las Sesiones.
La cuestión esencial era destruir 'los rumores' y confirmar si se marchaba el Rey y si era así, qué hacer entonces. Sobre esto estuvieron debatiendo durante todo el día con problemas y la solución no llegó hasta las "dos y media de la madrugada". Se leyó el mensaje de abdicación del Rey y fue admitido por la Cámara. El problema era qué hacer ahora: ¿Buscar otro Rey, como ya se había hecho antes cuando nombraron a Don Amadeo y había fracasado? ¿Qué pasaba con el Gobierno de Ruiz Zorrilla si había sido nombrado por el Rey que se había marchado?
Para salir del atolladero se presentó una moción por la minoria republicana en la que se pedía la proclamación de la Republica y se indicaban los nombres de un nuevo Ministerio republicano.
Ambas ponencias: la de votar la 'proclamación de la República' y la de votar el nuevo gobierno ocuparon todos los debates del Congreso de los Diputados. Sobre la cuestión de la proclamación de la República fueron hablando todos los Diputados de cada una de las tendencias políticas. Sobre la segunda se fueron votando a todos los propuestos republicanos uno por uno y aisladamente.
La máxima preocupación dentro de la Cámara, y fuera en las calles, era mantener el orden y 'la unidad y honra de la patria" y si se perturbara quién se encargaría de mantenerlo pues no había Gobierno. El debate no fue fácil y son frecuentes en los apuntes y reseñas de las Sesiones los paréntesis con notas como éstas: "Fuertes rumores. El Sr. Presidente llama al orden". "Fuertes interrupciones". "Agitación". "Varios señores: sí, sí. - Otros: no, no. - Confusión". ... "Reclamaciones". "Una voz". ... "Grandes interrupciones que no permitían continuar oyendo al orador". ...
Sin embargo, paso a paso y poco a poco, desde las tres de la tarde hasta la dos y media de la madrugada, se fueron leyendo mensajes, proposiciones, ... ; escuchando exposiciones, resoluciones de comisiones,...; realizando votaciones, ... En primer lugar se aceptó el mensaje de renuncia de S.M.; se elaboró y leyó la respuesta de la Asamblea Nacional al rey. Y llegó "el momento más grande de la historia nacional" -en palabras del Presidente del Congreso Sr. Rivero-, el de leer la proposición de los republicanos (la firman Pi y Margall, Nicolás y Francisco Salmerón, Lagunero, Figueras, Fernández de las Cuevas y Moliní) en la que se pedía la proclamación de la República y la elección de un poder ejecutivo -un Gobierno-. Cada una de las formaciones políticas fue dando sus respuestas. Los moderados, según el marqués de Barzanallana, afirmaron que votarían no a la Republica. Los Radicales, por boca de Cristino Martos, dijeron que votarían sí a la República y a un nuevo gobierno después de un gran discurso; el grupo del marqués de Sardoal también vota que sí; Ruiz Zorrilla declaró que se retiraba a su casa. Castelar cierra el debate afirmando que las monarquías han muerto por sí mismas, con "Fernando VII murió la monarquía tradicional, con Isabel II la monarquía parlamentaria y con Amadeo I la monarquía democrática" y concluyó "las monarquías han muerto por sí mismas, no las ha matado nadie"
Al final votan la proposición de proclamar la República 285 representantes de la Asamblea. Dicen sí a la Republica 253 votantes y no 32. Júbilo general e incluso subió la Bolsa el dia 12, después de haberse proclamado la República el día anterior. "La Bolsa saludó ayer con una alza notable la proclamación de la República en las Cortes y la inauguración del Gobierno republicano. Los fondos, que en los últimos días de la dinastía extranjera bajaron a 21,60 %, se repusieron tan pronto como fue conocida la resolución de las Cortes y el nombramiento del poder ejecutivo, elevándose a 22,85 y a 23 a última hora; lo cual prueba la confianza que inspira el Gobierno republicano y las fundadas esperanzas que a todos lleva su honrada e inteligente administración".
El día 12 fue el de la eclosión de la prensa de todos los 'colores' y territorios. De publicaciones de propiedad particular y de carácter oficial. Las hemerotecas rebosan información por todas partes. Y no faltan datos, documentos y hasta imágenes recogidas en Archivos oficiales nacionales, provinciales y locales y también particulares.
Hay portadas llenas de ¡Vivas!, y otras anunciando problemas de todo tipo. Se maquetan muchas páginas y columnas explicativas de lo sucedido en la Cámara y en las calles. Podemos saber la opinión de todos: los obreros, las clases medias, y las que ocupan la cima de la sociedad. Los historiadores no pueden quejarse.
Yo me limito a escribir sobre algunos riojanos que el 11 de febrero de 1873 tuvieron algún tipo de protagonismo.
La prensa dijo que el redactor del escrito de la renuncia de Amadeo de Saboya leído en las Cortes fue un riojano de Arnedo. José Olózaga, el hermano de Don Salustiano. En esta fecha ocupaba la Presidencia del Consejo de Estado. Después fue desmentido.
Los riojanos que dijeron sí a la República con su voto en las Cortes fueron Francisco Sicilia de Arenzana, Diputado republicano del Distrito Electoral de Logroño capital. Manuel Gómez González, Diputado Radical por el Distrito con cabeza en Arnedo. Cesáreo Muñoz Villanueva, vecino de Casalarreina, Diputado Radical por el Distrito de Santo Domingo de La Calzada que no estuvo en el Congreso el día de las votaciones pero que a través de un compañero notificó que se "añadía al voto de la mayoría". Del cuarto Diputado del Distrito Electoral de La Rioja en esta fecha, con cabeza en Torrecilla de Cameros, Antonio Rodríguez García, también radical, no sé absolutamente nada de lo que vivió en estos días. Ni está en la lista de los votantes, ni conozco pronunciamiento alguno.
Francisco Sicilia fue Diputado republicano antes de proclamarse la República. Manuel Gómez González alcanza una larga experiencia política en La Rioja y en Madrid. En estas Cortes, cuando se proclama la República, está en la Mesa de la Cámara como Vicepresidente, y después continúa durante la República al ser elegido por votación. Natural de Logroño (28 mayo 1807), es uno de los grandes muñidores electorales de la provincia por el partido progresista dentro del esparterismo durante los años cuarenta y cincuenta, y con la llegada de Espartero a la Presidencia del Gobierno en el Bienio Progresista fue elegido Diputado a Cortes en octubre de 1854, y después Subsecretario de Ministerio de la Gobernación. Relegado de la política provincial por los sagastinos en los primeros años del Sexenio, fue nuevamente electo dentro de la tendencia política de Ruiz Zorrilla, en el mes de agosto del año 1872, por el Distrito de Arnedo. Fue también Senador, Secretario del Senado y Consejero de Estado. Una dilatada vida política. Muere en Madrid 14 diciembre 1885.