General Espartero político. Presidente y Regente
Se recoge en su Hoja de Servicio, "Este General fue
nombrado por S. M. la Reina Gobernadora, Presidente del Consejo de Ministros
en 16 de septiembre de 1840". Y desde esta fecha hasta el exilio londinense,
en el verano de 1843, fue la cabeza política de la nación. Formó gobierno como
Primer Ministro el 3 de octubre de 1840 y en el cargo estuvo hasta el 22 de
mayo de 1841, cuando previamente un par de semanas antes, el día 9, había sido
elegido único Regente del Reino por las Cortes, en sustitución de la Reina Madre,
durante la minoría de edad de Isabel II. Así que si la "revolución de 1836"
y los sucesos de La Granja introdujeron a Espartero en la vida política indirectamente,
la "revolución de septiembre de 1840" le metió de lleno en élla. Si entonces
la bandera fue la eliminación del régimen del Estatuto Real y la promulgación
de una Constitución más progresista, la de 1837, ahora lo fue la oposición a
la Ley de Ayuntamientos sancionada el 14 de julio de 1840 con la práctica ausencia
de los Diputados progresistas en el Congreso.
María
Cristina renunció a la Regencia el 12 de octubre y partió para
el exilio. Espartero entraba por la puerta grande en la política nacional, pues
él, como Presidente del Consejo de Ministros, tal como se recogía en el art.
58 de la Constitución de 1837, debería encabezar también la Presidencia de la
Regencia Provisional.
Estaba en una magnífica posición para llegar a lo más
alto de la política nacional a lo que podía aspirar alguien que no era de sangre
real.
Las Cortes se dedicaron a discutir en los primeros meses
del año 1841 si la nueva Regencia debía de ser "trinitaria" o unipersonal, triunfando
esta última opción, pues era la "sugerida" por el propio Espartero y la defendida
por los progresistas más esparteristas en estas fechas, como Cortina, Olózaga,
Sancho,...
Y el paso inmediato fue elegir a Espartero por 179 votos contra 103
que recibió Argüelles. De este modo tenemos al General Baldomero Espartero,
Conde de Luchana y Duque de la Victoria, en mayo de 1841, en la cima de la política
nacional, como Regente único de la Reina "niña" Isabel II.
Logroño Espartero

¿Pero mientras tanto
qué sucedía con los convecinos de su ciudad de empadronamiento? Pues que los
logroñeses idolatraban a su hijo adoptivo. Las muestras de afecto y aprecio
manifestadas en el resto del país eran nimias comparadas con el culto que se
le tributaba en Logroño. Y por ello, ahora se hacía necesario que el Duque de
la Victoria estuviera presente de modo permanente en la ciudad, y, como no podía
ser físicamente, debería hacerse al menos en efigie.
Así nació por primera vez
la idea de "erigir un monumento al General Espartero" en nuestra ciudad, -más
tarde varias veces reiterada hasta que se hizo efectiva a su muerte-, y además,
entregarle el mando directo de la ciudad nombrándole Alcalde 1º todos los Vocales
Parroquiales en la primera elección municipal celebrada después de su llegada
al Gobierno, "en la mañana del día 8" del mes de diciembre de 1840.
Monumento Espartero
La idea
de erigir un monumento al General era lanzada por el Ayuntamiento Constitucional
a sólo cuatro días de alcanzar la Presidencia del Consejo de Ministros, y estaba
dirigida "a todos los Patriotas" para que por medio de un subscripción popular
pudieran participar todos, modestos y acomodados.
Esta fue la proclama:
"Los
eminentes servicios que el Excmo. Sr. Duque de la Victoria ha prestado a la
patria, y las virtudes que ha desplegado en sus hechos heroicos, se han grabado
tan profundamente en el pecho de los Españoles, que no habrá uno que deje de
sentir el estímulo de la gratitud y del reconocimiento hacia el Iltre. General
que, terminando la desastrosa guerra en que la Nación se consumía, asegurada
la Constitución jurada, y con ella el Trono Constitucional de Isabel 2ª, bajo
cuyo astro benéfico han de renacer y progresar en España los elementos de prosperidad
y ventura, que solo de la paz y de un gobierno garantido por instituciones acomodadas
al espíritu reorganizador del siglo, es dado esperar= Escitado el Ayuntamiento
de Logroño por este sentimiento de gratitud, común a todos los Patriotas, y
considerando que el invicto General, en medio de sus más gloriosas jornadas
ha manifestado constantemente ser la única satisfacción a que aspiraba con el
logro de la paz el poder fijarse en el seno de este pueblo, con el que le unen
especiales vínculos, ha creído que ninguna demostración podía ser más oportuna
y análoga a los modernos deseos del Conde Duque, que la erección de una estatua
colocada en la plazuela de la Casa habitación de S.E. Con este objeto ha acordado
abrir una Suscripción, limitando a cuatro reales la cuota de cada uno de los
suscriptores a fin de que sea igual la participación de todos en esta patriótica
empresa, y de no privar de ella a muchos cuyos deseos no pudieran competir con
los de otros de mayores facultades. En su consecuencia invita esta Corporación
a todos los Españoles amantes de la gloria y libertad de la Patria y del Trono
de Isabel 2ª, a que contribuyan con tan módica suma para la construcción de
un monumento que recuerde a la posteridad las sublimes virtudes del General
Espartero.
Para realizar este proyecto y llevar a efecto la suscripción en todas
las provincias, se ha formado a escitación del Ayuntamiento en esta Capital,
una Junta compuesta de los Sres. Presidentes de la Junta provisional de Gobierno
de esta provincia, Comandante General, Jefe Político, Intendente, Alcalde 1º,
y Comandante de la M.N., la cual ha elegido para Tesorería general la Casa de
Comercio del Sr. D. Francisco Javier de Santa Cruz, y para contador a D. Diego
Fernández vecino de esta capital.
En los pueblos de la provincia este Ayuntamiento
confía al patriótico celo de los Sres. Alcaldes la dirección de esta empresa,
rogándoles que le den toda la publicidad posible abriendo desde luego la suscripción,
y nombrando Depositario al sujeto que fuere de su confianza: en la inteligencia
de que el término de esta suscripción, será de dos meses contados desde que
se abriere en los pueblos, y pasado este término se procederá a publicar los
nombres de los suscriptores, así como se publicará también a su tiempo la cuenta
de los fondos que se fueren invirtiendo en el objeto de esta suscripción.
Logroño
20 de septiembre de 1840" .
Espartero político
Diputado por Logroño
Presidente Bienio Progresista
... y no quiso ser Rey
Alcalde Logroño
En las primeras Elecciones Municipales después del
triunfo del movimiento esparterista los Vocales Parroquiales nombraron al Excmo.
Sr. Duque de la Victoria "Alcalde de primer voto de esta capital", Logroño.
Fue todo un símbolo, ya que si Espartero había conseguido todo el poder nacional
¿cómo no iba a tenerlo en su ciudad adoptiva y de residencia?. Así que, después
de algunos problemas de competencias, otra vez fue el Ayuntamiento el encargado
de canalizar la admiración ciudadana al Conde Duque, comunicándole su nombramiento
con este escrito: "Excmo. Sr. Reunidos en la mañana del día 8 del corriente
mes los vocales Parroquiales de esta Capital, para hacer el nombramiento de
los ciudadanos que han de reemplazar a los Capitulares salientes en 1º de enero
de 1841, prestaron uniformemente sus sufragios, designando a V.E. para Alcalde
de 1er voto, Presidente de este Ayuntamiento - Al comunicar a V. E. la municipalidad
tan plausible suceso, que ha sido de la aprobación general de todos los habitantes,
no ha podido menos de darse así misma el parabien, y congratularse por una elección
tan acertada, envaneciéndose ciertamente porque cuenta ya en su seno, al hijo
adoptivo y predilecto de este pueblo, al Barón Ilustre, y al Héroe sin igual,
que tan esclarecidos servicios ha prestado y está prestando en favor del Trono
legítimo, de la libertad y de la patria, a costa de tantas privaciones, y de
inmensos sacrificios para obtener la paz, que felizmente disfruta toda la Nación.
Dígnese V.E., en medio del alto y delicado encargo que le está confiado, aceptar
este pequeño, pero sincero homenaje, que le tributan nuevamente los Logroñeses,
en prueba del afecto estremado que profesan a las eminentes cualidades que adornan
la persona de V.E.; ansiando el venturoso día, en que venga a sentarse en estos
Bancos para dictar desde ellos, aquellas disposiciones que propendan a elebar
a esta Capital, al encumbrado rango, que por todos los conceptos se merece =
Dios guarde a V.E. m. a. Salas Consistoriales de Logroño. 11 de diciembre de
1840 . Y Espartero aceptaba el nombramiento abundando en los afectos hacia nuestra
ciudad y en los deseos de volver a ella para ocuparse de sus posesiones, como
hiciera también en privado al escribir a su mujer. No podía ser de otra manera.
"Por la comunicación de V. S.. de once del corriente me he enterado con satisfacción
de haber sido elegido Alcalde de primer voto y Presidente de su Ayuntamiento
Constitucional y admito con gratitud esta nueva prueba de confianza y afecto
del pueblo de Logroño = Los cargos de que me hallo rebestido en el día y que
exigen me dedique esclusivamente a la felicidad, a la libertad, y a la independencia
de la Nación, me priban de presentarme a tomar posesión del importante puesto
para que se me ha elegido, pero tan pronto como vea afianzados tan caros objetos,
se realizará el deseo más ardiente de mi corazón de vivir entre los Logroñeses
y al propio tiempo que descanso de tantos afanes, me ocuparé con anhelo de la
industria, agricultura y bien estar de un país al que me unen tantas afecciones
= Dios guarde a V.S. muchos años. Madrid diez y seis de diciembre de mil ochocientos
cuarenta = El Duque de la Victoria. Ilustre Ayuntamiento de la ciudad de Logroño".
"La España salvada "

Y si ambas muestras no son suficientes, añadamos la publicación del opúsculo
titulado La España salvada o Espartero en el poder, editado en la imprenta local
del logroñés Domingo Ruiz , a los pocos días de ser nombrado el Duque de la
Victoria Presidente del Consejo de Ministros.
En él se enumeran todo tipo de
argumentos para justificar que su elección garantiza "a todos los intereses".
El librito es, sin duda, la cima de la publicitación que hacen los logroñeses
del ilustre convecino, al considerarle como el único que puede salvar a "la
España de la anarquía". El único con el suficiente prestigio para alcanzar la
estabilidad del país. "Ningún otro puede en España reemplazarle" (p. 8).
Y esto
porque es el que ofrece las mayores seguridades a todos. A la Corona, "al Partido
liberal", "al partido que quiere apellidarse conservador", a "aquellos que estraviados
siguieron el partido del Pretendiente", a "esa masa considerable de Españoles
que criados bajo las ideas de quietismo social, permanecen indiferentes al porvenir
de las ideas y de las teorías del gobierno representativo", y, en fin, al ejército.
Pero sobre todo es "la ilustre Princesa que rige hace siete años los destinos
de la Nación, y que como el mismo Duque de la Victoria ha dicho en su exposición
de siete de setiembre fue siempre la Madre de los Españoles, encontrará más
ventajas que nadie en esta elección". Y concluye el impreso precisamente dando
un consejo a la propia monarquía: "
Et vos reges intelligite". A vosotros os interesa
altamente que las revoluciones no se repitan, y que el prestigio y la fuerza
moral de los Gobernantes de las Naciones os den garantías de orden y de buena
inteligencia". Todos estos argumentos y epítetos son empleados en el folleto
de La España salvada para reclamar únicamente la Presidencia del Consejo de
Ministros para Espartero.
Pero cuando el Duque accede a la Regencia Unica y
se sitúa, por tanto, en la cúspide del poder político de la Nación, se le didicaron
en la provincia de Logroño Brindis tan ditirámbicos como el siguiente: "Por
nuestro nuevo Regente D. Baldomero Espartero, Que político y guerrero Nos libró
del Pretendiente. A la Española Nación A nuestra Reina Inocente, A el nuevo
Sr. Regente, Y a nuestra Constitución".
La Regencia
Problemas
Al General
victorioso, "que político y guerrero nos libró del Pretendiente", se le acumularon
los problemas.
Tuvo que hacer frente tanto a los oponentes moderados, como a
los más radicales de su propio partido y de otros ajenos. En un par de años
su gran bagaje de popularidad acumulado durante la Guerra Civil fue progresivamente
aminorándose.
Después de cerrado el Congreso de 1841, en el que se había intentado
solventar los problemas hacendísticos de la deuda, el gobierno progresista se
tuvo que enfrentar a una conspiración reaccionaria cuyos hilos eran movidos
desde París por la Reina Madre, y alentada por moderados y carlistas con el
pretexto de corrupciones administrativas y reinización de la legislación desamortizadora.
La rebelión se inició en octubre de 1841 en Pamplona, pero tuvo su epicentro
en Madrid, donde los oficiales de la Guardia Real capitaneados por los Generales
Manuel de la Concha y Diego de León, intentaron tomar el Palacio Real y secuestrar
a la reina-niña. La insurrección fue dominada y Diego de León ejecutado . Esta
rebelión alertó a la Milicia Nacional y se formaron Juntas para defender el
gobierno progresista, pero una vez sofocada, Espartero exigió su disolución.
La Junta de Barcelona controlada por republicanos y obreros textiles se negó
a hacerlo bajo la excusa de exigir la demolición de La Ciudadela, aunque en
el fondo estuviera la disputa económica de proteccionismo contra librecambismo.
En noviembre de 1841 el General Van Halen dominó la ciudad y La Ciudadela sin
excesiva resistencia. Pero el movimiento radical no se apagó del todo, y un
año después se produjo la llamada "revolución de Barcelona de noviembre" que
únicamente pudo ser cerrada por el propio Espartero bombardeando la ciudad durante
doce horas continuadas a partir de la mañana el 3 de diciembre de 1842.
La oposición
de los catalanes al Regente aumentó de modo considerable. Ya no sólo fueron antiesparteristas
los republicanos y los trabajadores y artesanos textiles, sino que a éllos se
añadieron los industriales burgueses que se inclinaron hacia los moderados.
Pero el eco del bombardeo se oyó también en el resto del país transformándose
en repulsa generalizada por la "barbaridad" del sistema. De aquí, al frente
común contra el Regente, no había más que un paso.
El propio partido progresista,
teóricamente sustentador de la Regencia y del gobierno, estaba inmerso en un
fuerte enfrentamiento interno desde la primavera de 1842. Dos facciones o tendencias
se disputaban su dirección: la más "radical" cuyos líderes eran Fermín Caballero,
Manuel Cortina, Joaquín María López, Pedro Mata, Salustiano Olózaga, ... y las
más "moderada" en la que se situaban Mendizábal, Gómez Becerra, Agustín Argüelles,
Evaristo San Miguel,... Las disensiones llevaron a la formación, el 29 de mayo
de 1842, de un nuevo gobierno presidido por el General Rodil, que al menos suavizó
los enfrentamientos parlamentarios. Sin embargo las disputas entre progresistas
continuaron en las galeradas de los periódicos, de tal modo que el Regente y
su gobierno sólo fue defendido por
La Iberia y
El Espectador.
Desde noviembre
de 1842 el frente común antiesparterista estaba en marcha y no cesó hasta que
cayó Espartero. El principio del fin de la Regencia de Espartero fue la clausura
del Congreso de Diputados en enero de 1843, a su vuelta a Madrid después del
bombardeo de Barcelona, y la promulgación del Decreto de nuevas elecciones para
marzo.
Esta consulta supuso muchas cosas. En primer término la reorganización
del Partido Moderado, la escisión definitiva de las dos alas progresistas -"puros"
y esparteristas-, e incluso la división de los demócratas. En segundo lugar,
después de las Elecciones, la formación de un Gobierno Presidido por Joaquín
María López, uno de los líderes de los progresistas puros como decíamos, que
en su programa ministerial exigía el reemplazo de destacados esparteristas,
y en especial el del General Linaje, amigo y secretario personal del Regente.
Espartero se negó, y el Ministerio López tomó la decisión de dimitir, mientras
que el Congreso se puso en frente del General entre discursos solemnes y apocalípticos
de entre los cuales sobresale el conocido de Olózaga que terminó con el grito:
"¡Dios salve al país! ¡Dios salve a la reina!". A Espartero no pudo salverle
nadie.
Tras un nuevo Gobierno, el presidido por Gómez Becerra, y una nueva disolución
del Congreso para convocar otras Elecciones para agosto, que una insurrección
entre junio-julio de 1843 abortó, el General y Duque tuvo que partir para el
exilio acompañado de un puñado de fieles seguidores en una nave inglesa atracada
en Cádiz.
Por ahora su auténtica carrera política había finalizado y de una
forma en la que posiblemente jamás había soñado: perseguido, vilipendiado y
exonerado por todos.