El rasgo historiográfico más destacado de La Rioja, durante las dos últimas décadas del XVIII y gran parte de la primera mitad del siglo XIX, es, sin duda, la formación de la conciencia provincial. Por encima, incluso, de la Guerra Carlista.
La búsqueda de "la emancipación administrativa provincial" de esta región no debe sólo interpretarse en clave externa, aunque sea importante, sino también en razones endógenas. La motiva, evidentemente, la inquietud general, extendida por todo el país, de reformar el complejo y caótico mapa político-administrativo español heredado del "Antiguo Régimen", pero la impulsa un amplio grupo de presión, fácilmente identificable, integrado por "riojanos del éxodo" y riojanos residentes en estas tierras. Sin ellos es imposible entender la situación administrativa de la actual Comunidad Autónoma, así como muchos de los rasgos definitorios de la contemporaneidad riojana.
El "provincialismo" riojano, como sucede por ejemplo con el cántabro, se encuentra siempre, expresa o tácitamente, en cada una de las iniciativas, circunstancias y conflictos generales del país en que participan sus naturales.
Viene a ser el nexo conductor de la vida política y económica, de la guerra y de la paz, de las ideas y propuestas prácticas, ... en fin, esta inquietud abraza todo lo regional. Se trasluce en las Juntas y Sociedades creadas a finales del XVIII con marcado carácter económico y antifiscal; se hace patente en la primera y segunda década del nuevo siglo, tanto entre los pronapoleónicos como entre los que se enfrentan "al invasor francés"; se solicita verbalmente y por escrito en las Cortes de Cádiz; se convierte en logro de efímera realidad en el Trienio Liberal; y en la primera reforma administrativa liberal española, a la muerte de Fernando VII, se alcanza, aunque con ciertas concesiones, renuncias y compromisos, el objetivo, que se mantiene hoy (2021), pero como Comunidad Autónoma del Estado Español.