Es “la cuenta de la vieja” para vulgarizar, entre el público de las revistas gráficas españolas de los años veinte, la producción industrial de los pimientos morrones de La Rioja. La echa el escritor y periodista catalán, enraizado en Logroño y ahora trabajando en Madrid, Paulino Masip Roca, en un reportaje en Estampa bajo el título Guía del pimiento morrón. Si ”hiciéramos una cuerda –escribe- con todos los pimientos” que se ponen en conserva en La Rioja, “llegaríamos a veintiocho mil kilómetros” y “un equilibrista podría irse, andando sobre ella, de aquí (Calahorra) a San Francisco de California pasando por Moscú y Tokio, sin tocar el suelo”. Es sólo una imagen gráfica, pero no está muy descaminado el autor de El diario de Hamlet García. Y eso que, cuando se publica a principios de los años treinta, la industria conservera de la Provincia de Logroño ya se había debilitado claramente y había perdido una parte destacada del floreciente y poderoso comercio anterior.
La filoxera arrasó los viñedos riojanos en los primeros años del siglo XX planteando una crisis socio-económica sin precendentes en la región. Se buscaron distintas soluciones al problema. Entre ellas, una de las más eficaces, fue la explotación intensiva de la huerta industrializando los productos a través del embotado y envasado de las conservas.
Este subsector industrial tenía experiencia en La Rioja desde los años sesenta del siglo XIX y ahora con la crisis del viñedo pasó a un primer plano. Se puede decir que fue la salvación económica de la región en las primeras décadas del siglo XX.
La comarca de La Rioja Baja, con cabeza en Calahorra, se convirtió en el motor económico de la provincia, haciendo de otro monocultivo: los productos hortícolas, la base de la economía regional. El repaso de las Matrículas de Contribución Industrial y de los Registros de Sociedades Mercantiles confirman el "boom conservero". Primero en Calahorra y sus poblaciones satélites y a mediados de los años diez en la capital, Logroño, con la expansión de empresas, algunas de las cuales, como la de los Trevijano, fueron señeras en todo el país.
En este contexto se sitúa la industria conservera calagurritana a la que dedicamos esta página. En esta población, cabeza de la Diócesis, funcionaron conserveras, -de algunas presentamos imágenes- que aportaron trabajo y efectivo muy destacado al PIB de la región. Algunos industriales, recordamos el caso de los Trevijano en Logroño, se hicieron multimillonarios, debido también al período favorable intermedio de las dos Grandes Guerras Mundiales.
Los conserveros de Calahorra canalizan sus intereses industriales, comerciales y económicos en general agrupándose en la Asociación Conservera Española inscrita en el Registro de Asociaciones de la Provincia de Logroño el 27 agosto de 1918.