Deportes en La Rioja: la pelota
1907
Pelotaris con leyenda
Velasco siguió con sus planes. Ahora había que enfrentar a los de Tricio con pelotaris de los valles, se decía. Y a poder ser, combinándolos, uno del Iregua, y otro del Leza. Había que buscar una buena fecha, y saldría todo rodado. Después, ya conseguiríamos –se animaba- el arreglo de un tercer partido de desafío con jugadores de Logroño. Seguro que también se podría celebrar.

El partido contra los jugadores de los valles, el segundo, fue morboso y con suspense. A las diez y media de la mañana del 25 de septiembre de 1907 estaban en la cancha del Frontón Logroñés los hermanos Barragán. “Prometía ser muy entretenida la pelea”. Contra ellos, dos figuras, en estos años aún potenciales. Rana de Murillo, en el rincón, representando al valle del Leza; y Lechuga de Nalda, al del Iregua, como zaguero. La pelea era a 30 tantos.

“Los cuatro comenzaron jugando bien y con estímulo”, señalaba el cronista de La Rioja.

Pero ...

- “¡Otra vez Evangelina!”… Levantaba Máximo ambos brazos frente a su hermano. “Pero la lluvia les obligó a retirarse cuando estaban igualados a 4”, continuaba la crónica del periodista de “La Rioja”. - “No podía ser, no podía ser… “, se repetían ambos hermanos. “Hoy no”, suplicaban sumisamente.

Ellos lo interpretaron así: les había escuchado Evangelina. Y San Mateo llorón, defendían los de su pueblo, es posible que también.

“Por la tarde continuó el partido,… alcanzando sus contrarios –los de los valles- la meta cuando los Barraganes tenían 22 tantos”.

Y es que la temporada estaba muy avanzada. “Uno de los de Tricio –Máximo- comenzó a flojear a causa de tener malo un dedo de la mano derecha y se dejó ganar muchos tantos”. Los hermanos conocían la realidad. ¡Nada de lesión o dedo malo! El mayor estaba perdiendo fuerza y reflejos a pasos agigantados porque los efectos empezaban a pasársele. Agustín -que le había tocado parte extra-, había hecho frente a Lechuga y Rana, y conseguido él solito veintidós tantos. Con su hermano en la forma de hace un mes, seguro, que tampoco les habrían dejado levantar cabeza, como sucedió con los alaveses de Laguardia.

Agustín se sentía fuerte. En opinión de los grandes, -Peré, Larios, Mazzantini, Lobato, los de Murillo,… y hasta del campeón vasco Baltasar, y de Susterra, que habían visto el partido, y también de Manazas, el de Alhama de Aragón-, lo estaba. Pero sobre todo, la buena forma de Agustín era alabada por Velasco. Así que, punto. Y seguido.

Cinco días más tarde, el 29 de septiembre de 1907, estaba organizado el tercero de los desafíos. En este caso, un mano a mano. En el anuncio de prensa de ese día estaba todo. Blas, (a) Tarusa, de Logroño, contra Agustín Barragán de Tricio, a las cuatro de la tarde. Sacando desde el cuadro 3 y a 30 tantos, con pelotas de Azcoitia, elegidas del Frontón. Las entradas de preferencia a 0,60 céntimos. Las de general 0,40. “En los precios va incluido el timbre”.

Había fallado la idea inicial de Velasco. No se pudo realizar el partido de parejas porque Máximo estaba completamente fuera de forma, excusándose con el dedo malo. Y al menor, Agustín, lo pasó lo mismo con el partido iniciado. Perdió la forma. Tarusa, un joven que empezaba ahora, se ganó varios años de programaciones en el Frontón Logroñés después del triunfo, como constata la historia.

Hace + de cien años

Los niños de Tricio de la generación de los años cincuenta –hoy ya creciditos- escucharon a sus padres esta historia:
"A principios del siglo hubo en el pueblo dos hermanos pelotaris que ganaron a todos los de La Rioja y su fuerza estaba en las tortillas de huevos de serpiente que comían".

Aquí nosotros contamos la historia tal como se recoge en los papeles.

Máximo y Agustín estuvieron aquella primavera-verano de 1907 más atentos que nunca. Tenían que conseguir "el material" como fuese. Este año o nunca, se repetían. Les quedaban muy pocas temporadas en edad óptima. Y además, tendrían que ser para los dos. Así, que no debían perder ni uno. A casa todos los que desovara.
* * *

Habían comprobado su eficacia tres años antes por casualidad, en una broma desagradable de familia, que le hicieron al mayor. Y desde ese día -sería por mayo de 1904-, Máximo, por sus efectos, sacaba a todos del frontón a pelotazos. Nadie se le resistía en el pueblo. Y la voz corrió por los contornos del Najerilla, llegó también a los otros valles, y saltó la línea del Ebro hacia Alava y Navarra.
Pero ...


Esta temporada del año cuatro los pelotaris de Nájera, con Chiquito, Fidelín y El Chato a la cabeza, se mofaron de ellos, aunque por si acaso no aceptaron desafíos. Y lo mismo sucedió con los otros jugadores del valle del Najerilla. Cachamaira no se daba por enterado. Florentino Lobato, tampoco, al igual que los de Huércanos. Sólo en los pueblos del Iregua y Leza se repetía, guasonamente, que todo dependía de la traviesa. Que si estaba, por lo menos, entre 500 y 1000 pesetas, se podría cerrar el trato. Por menos, no se mojaban. Lo mismo repetían, con la boquita pequeña, los aficionados de las poblaciones de allende el Ebro: Álava, Navarra,… Sin embargo, en la capital -Logroño-, Velasco, se frotaba las manos –con lapito incluido- porque podía ser un entradón que aliviara quince días, por lo menos, de la parada invernal. Y pensaba en sus adentros, ¿y por qué no dos partidos? ¿O tres? Uno con jugadores de los valles, otro con pelotaris alaveses y/o navarros y un tercero con aficionados de Logroño.

El eco sólo tuvo respuesta en Murillo de Río Leza, el pueblo del "Trío de invictos". Desde aquí se organizó el desafío. Rana, Machaca y Brazofuerte -con influencias en el frontón de la capital-, intentaron monopolizarlo, pero finalmente decidieron, para tenerlo más fácil, que fuera Marcos, el herrero, quien formara la pareja con el de Tricio. Eso sí, consiguieron colocarlo en buena fecha, con los duros de la cosecha aún fresquitos.

Esto es lo que está documentado. El 23 de septiembre de 1904, en plenas fiestas mateas de la capital, por la tarde, a las cuatro y media, después del partido estelar de la mañana, se enfrentarían las parejas formadas por los hermanos Pascual de Logroño, Adrián y José, alias los Molinerito, contra Máximo, el de Tricio, y Marcos, el de Murillo, a 30 tantos. "Se atravesará una importante cantidad."

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Frontón
La pareja contraria no era de primera fila, pero sí muy conocedora de la cancha, y entre ellos se entendían muy bien, según decir de los "catedráticos”. Asiduos en las programaciones del Frontón Logroñés, compartían el mismo alias, además de gozar de la experiencia de jugar con los mejores. Peré y Rana –el de Logroño, es decir, Faustino Larios- e incluso alguno de los pelotaris vascongados, les habían elegido como pareja en distintas ocasiones. La experiencia les hacía claramente favoritos. Buena ocasión para ofertar momios de lucimiento, se decía, que para eso estábamos de fiestas grandes.
Pero ...
Ha sido obra de Evangelina, oyó Marcos, el de Murillo, musitar a Máximo, sin entender absolutamente nada, ni darle mayor importancia. Lo repitió días después, ya en Tricio, a varios vecinos, con los mismos resultados. El problema, había confesado a su hermano Agustín, era que no sabía como interpretarlo: si como signo favorable o como adverso. El desafío no se llegó a celebrar. Obra o no de Evangelina. La lluvia, que no paró de caer en toda la tarde-noche, impidió el inicio del partido, e incomodó de tal forma a Velasco el empresario, que se juró no volver ni siquiera a intentarlo. Incluso, le habían oído comentar, que "ese Máximo” era un pelotari de mal agüero.
* * *
Habían logrado reunir, al comienzo del verano del año siete, un número impar de huevos y tuvieron sus problemas en el reparto. Lo resolvieron como hermanos y pelotaris. En el frontón. Agustín, el menor, ganó por 17 a 22, según comprobaron los vecinos, que después, atando cabos, recordaron aquel partido “a muerte” entre ambos hermanos, sin saber el porqué, de hacia mediados de mayo. Y Agustín se hizo con el huevo extra. Se notó a lo largo de toda la temporada. ¡Vaya que si se notó!
* * *
Los hermanos Barragán lograron concertar y jugar hasta tres partidos de desafío en la capital, en el Frontón Logroñés, en el año 1907. Los dos primeros en pareja. El tercero, un mano a mano, del menor, Agustín, el más en forma por el complemento extra. Fueron tratados en todos con el esmero y publicidad de las “grandes” ocasiones. A saber: el día del encuentro, anuncio en el periódico local “La Rioja”; y al día siguiente, crónica del enfrentamiento. Velasco, se había salido con la suya, y no escatimó absolutamente nada del ritual. Podría aliviar hasta un mes, o más, del siguiente invierno. Había superado el trauma del mal agüero del San Mateo de 1904. Este año, se confesaba a si mismo, sería distinto. Seguro. Y lo fue.

El 29 de junio de 1907, festividad de San Pedro, a las cinco y cuarto de la tarde, se celebró el primer “gran partido de desafío” a 30 tantos. “Cinco pelotaris nuevos en Logroño, tres de Laguardia y dos de Tricio, pisaron ayer el Frontón Logroñés”, escribía el cronista de La Rioja. Así era. Máximo, tres años antes, no llegó a pisar la cancha a causa de Evangelina, según él, o de la lluvia, según el tiempo. Los alaveses se llamaban Sandalio –zaguero-, Pimentonero y Bengoa –al dentro, “guardando el primero la derecha y el segundo la izquierda”-. Los de Tricio, Máximo, zaguero, y Agustín, delantero.

Los hermanos Barragán no dejaron “levantar cabeza a sus contrarios” –según su propia expresión-, y aunque “ellos no hacen jugadas, no saben arrimar ni colocar”, “pegan muy fuerte, se unen bien y son muy seguros”. Y además, como ellos saben, están en el momento álgido del efecto de sus poderes. Tuvieron al trío alavés “asustado” todo el partido. Los de Tricio habían llegado a los 20 tantos cuando los de Laguardia sólo habían conseguido 5. En poco más de media hora alcanzaron los 30 tantos, dejando a los contrarios en 13. Un triunfo cómodo, creador de expectativas e ilusiones para todos, y de muchos, muchos sueños. Fue un día histórico. Los hermanos Barragán se convirtieron desde esta fecha en pelotaris con leyenda. Y así los padres de Tricio se lo hicieron saber a sus hijos en los años cincuenta.
Las ofertas de otros partidos les llegaron esa misma tarde aún sin salirse de la cancha. “Los jugadores de Logroño desafiaron a los de Tricio, pero éstos miraban con respeto a los logroñeses, afirmando que dos pelotaris cualquiera de esta población ganarían a aquellos con facilidad por conocer mejor el frontón”. Según recoge la crónica
Barberito, campeón
Campeón España Aficionados por partida doble: como manomanista solo, y por parejas con Augusto Ibáñez Pérez, "Titín". Barcelona Años 1947
1907, ahora hace un siglo, fue el año de los hermanos Barragán, pelotaris de Tricio con leyenda. Fue el primero, y también el último. Nunca más se supo de ellos en el Frontón Logroñés de la capital, en el frontón situado en la calle Norte de Logroño, que ha desaparecido por efecto de la piqueta, al pie del Cubo del Revellín.

El epílogo obligado de los vecinos de Tricio, en las chuletadas de las tardes de los “Felices Años Veinte”, fue siempre el mismo: se sentían orgullosos de los Barragán, porque su pueblo apareció en “los papeles” gracias a ellos. Porque les habían regalado tardes gloriosas. Lo demás eran cuentos o leyendas. ¡Vaya usted a saber! Poco importaba.
De Evangelina, la culebra, no se supo más. Según unos, desapareció del lugar aquel mismo verano del año siete. Otros juraban que la habían encontrado muerta –añadían, de pena, por la falta de los huevos-.

… y los padres de Tricio de aquellos años cincuenta terminaban su relato con la siguiente moraleja: “Robaron todos los huevos, menos uno. Nació una nueva culebra muy peligrosa. ¡Así que andaros con ojo!”. Y añadían, “de todas formas no os preocupéis, porque dentro del pueblo no ataca, y menos cuando estáis jugando al frontón”. Y siguieron saliendo en el pueblo pelotaris destacados.
sta página es un relato, en el que se unen realidad y ficción. Los datos son historia documentada; la culebra y sus huevos es ficción. Si aún sigues pensando que lo importante es la ficción, es que, después de 2.400 años, aún no has entendido la Guerra de Troya y el rapto de HELENA recreado por Homero.