Ayúdese de las pinturas de Goya en cartones para tapices y podrá recrear el colorido de algunas de las escenas vividas a finales del XVIII en Fuenmayor que recuerdo en este apartado. La llegada de más de medio centenar de lugareños de la entonces conocida como
La Rioja Castellana al portón de la
casa de Don Francisco Antonio de Tobía y Ubago debió de ser todo un espectáculo para el común de los vecinos. Y más aún tuvo que serlo ver entrar por los caminos y veredas de los cuatro puntos cardinales de la villa, a las calesas, faetones,… y demás “coches de collera” dieciochescos, así como a los carros de labranza, las jacas y caballos,… rodeados de mayorales, mayordomos y sirvientes.

He procesado la narración de la derecha en forma, lenguaje, medidas…, y en vocablos y expresiones de la época, pero es fácilmente resumible en palabras más de hoy. En esta primera Junta de la primavera de hace más de dos siglos (1784) se conforma una tríada de ideas que semejan un proceso dialéctico, en el que la tesis es muy simple o sencilla: un enemigo común claro: “la carga de los cuatro maravedíes por cántara de vino”; la antítesis es un “Plan B” alternativo: hacer con “nuestros” impuestos los caminos de la tierra riojana; y la síntesis es la concordia, la ayuda mutua y la paridad de las municipalidades: “un voto un pueblo”, dijeron. Estos tres pies propuestos en la primera Junta en Fuenmayor, serán las bases vertebradoras de todas las reuniones celebradas, bien bajo la fórmula de Sociedad de Cosecheros, bien de Sociedad Económica de La Rioja Castellana, durante los tres lustros posteriores, hasta cerrar el siglo, Estas son las ideas centrales del que he definido como “el espíritu de Fuenmayor”, que en estas fechas son de signo puramente económico-fiscal, pero que poco a poco, Junta a Junta, con el paso del tiempo, irán fraguando en otros conceptos y propuestas más cardinales y útiles para la Historia de La Rioja de entonces y más aún de la actual.
¿QUÉ SABES DEL
PROVINCIALISMO RIOJANO?
Lo importante, sin embargo, no estaba en estos espectáculos callejeros, sino en aquellos sujetos que se sentaron en el interior del Principal de Don Francisco Antonio en torno a “la mesa en que se extienden los acuerdos” en las más de sesenta “sillas preparadas al efecto” a la izquierda y a la derecha del Intendente de la provincia de Burgos. Aquí dentro, en uno de los gabinetes de la Casa habitación nombrada, los paisanos riojanos electos como Apoderados por las cincuenta y dos municipalidades de La Rioja Castellana de entonces, vivieron, hace más de doscientos años, en un ambiente al que defino como “el espíritu de Fuenmayor”. Como además se sucedieron estas llegadas y Juntas cada tres años en un solo sexenio (1784, 1787 y 1790) y se desenvolvieron persiguiendo un objetivo común favorable para todos, el impacto que supuso marcó en La Rioja un fin de siglo sin parangón, cuyos ecos, sin ninguna duda, aún se escuchan hoy entre nosotros. Es más, si quiere Vd. hoy sentirse coparticipe de sus sones, pásese por la Casona o Palacio que aún hoy está en pie en la actual población de Fuenmayor, para revivirlos y sentirse heredero y uno más de aquellos tatarabuelos bicentenarios. En este apartado encontrarás, en síntesis, algunos de los tonos que emitieron.
La chispa, que llevó a nuestros antepasados a los espectáculos y reuniones mentadas en el párrafo anterior, había saltado en “El Portalón” (en Logroño) el invierno de 1783. Por el conducto reglamentario llega a la Casa Consistorial de Logroño desde la Intendencia de Burgos, cabeza administrativa entonces de La Rioja, la noticia de que se había dictado en Madrid un impuesto sobre el vino riojano, “un Ramo que es el principal de este País, y el que lo mantiene”, -según el decir de aquellos, que aún se escucha con frecuencia por aquí-. Se trataba de “una carga” de cuatro maravedíes, durante seis años, por cántara de vino cosechada y consumida en la comarca para “hacer transitable el Camino Real de los Puertos de la Cabrera y Somosierra a todo género de carruajes por ser comunicación de Madrid con las Provincias del Norte”. Nueve Regidores Perpetuos del Ayuntamiento (El Portalón) de la actual capital de la Comunidad Autónoma de La Rioja, con grandes intereses vitivinícolas, presididos por el Corregidor, acordaron el 5 de diciembre del mismo año del chispazo (1783 - en Sesión municipal ordinaria) consultar sobre el asunto a la Junta de Cosecheros de la ciudad. Esta avivó el fuego solo dos días después, acordando mandar cartas impresas a todos los “Señores Justicia y Regimiento” de los pueblos cosecheros del Corregimiento para “discurrir (todos juntos) sobre el asunto”. En solo tres meses y medio partían, y llegaban, y se agrupaban formalmente en Fuenmayor en torno a la hoguera un grupo de Apoderados de los pueblos de cosecha de La Rioja Castellana. Aquí, en uno de los gabinetes de la Casa-habitación de Don Francisco Antonio de Tobía y Ubago, dialogaron, debatieron y acordaron, a su aire, durante tres días consecutivos -el 19, 20 y 21 de abril de 1784-, una lista de conclusiones, aprobadas y signadas por todos, que concretaron en una Acta escriturada ante Notario, cuyo sentido y orientación daba paso al “espíritu de Fuenmayor”. (Son tres pliegos por ambas caras escritos a mano en la escribanía de Juan Matías de Grijalva de Fuenmayor, hoy fondos perdidos, aunque se conservan algunas copias de ellos en otros archivos.)
“La Rioja está tan abrumada de impuestos sobre el vino (que es su única subsistencia y tráfico –defendieron muchas veces-) que se verá en la última miseria si la piedad del Rey… no se compadece de esta situación y la releva de esta enorme carga”. Solicitan, por ello, que “se liberte y exonere a dichos Pueblos de La Rioja de la carga impuesta al vino de la cosecha”. Atizaron los consensos, en esa primavera de 1784 en la Villa al pie del Ebro, además de con este victimismo incendiario anti fiscal, con otro acuerdo (supuesta la falta de “piedad del Rey”), que pudiéramos calificar de señuelo, o como se dice ahora, de Plan B: “la baja del cuarto impuesto a la cántara de vino” -destinada a acomodar los puertos de la Cabrera y Somosierra, allá tan lejos, debe invertirse en nuestra tierra “en el camino que comunica de la ciudad de Logroño para el puerto de Santander”, porque “de poco o nada le sirven (el arreglo de los Puertos del Camino Real de Madrid al Norte) por dejarla una provincia sin salida ni camino carretil alguno para el despacho de sus frutos”, ya que éstos (los caminos riojanos) “lejos de ser carretiles son intransitables aún a los arrieros cuatro meses del año”. Pero en donde más afinaron, en esta primera reunión o Junta de Fuenmayor, no es en el dúo de las propuestas anti fiscales y proyectos viarios citados, sino en la concordia –avenencias o convenios- y unidad mutua disfrutada por los coterráneos durante los tres días abrileños precitados.
En “buena armonía” “los juntados” acordaron un grupo de reglas prácticas para agilizar las convivencias de ahora y las posibles del futuro. La financiación o los gastos “se han de satisfacer por todos los pueblos a proporción del vino de cosecha de cada uno” “con la debida igualdad y sin agravio”. La organización y marcha interna del grupo o Sociedad se delega en cargos electos y representativos: Apoderados “para el seguimiento en la Corte de las instancias y pretensiones” y Comisarios en la comarca para “que sigan dichos expedientes”. Y finalmente la definición ad hoc de sus reglas o normas en Estatutos o Reglamentos. Sentenciaron, como colofón y punto final: “los corazones de todos los buenos riojanos deben estar unidos y conformes para lograr el bien de su Patria”.