Su infancia estuvo marcada por grandes dificultades económicas, por lo
que Lucrecia se traslada a Madrid para trabajar en la Sucursal de
venta de vinos del bodeguero jarrero
Rafael López de Heredia, que paga
sus estudios de música con los prestigiosos profesores Baldelli y Latorre,
quien recomienda que se dedique al canto de una manera profesional.
Debutó, con un papel
secundario, en el Teatro Circo Price Alfonso de Madrid, en la obra "La
mascota", de Edmundo Audrán, el año 1887. Tras varias actuaciones
exitosas en Madrid y Barcelona, consiguió figurar como primera tiple
en el
Teatro de la Zarzuela, para convertirse en una figura consagrada
del "género chico". Participó en las representaciones de "La
cariñosa" de Bretón, "
Gigantes y cabezudos", obra compuesta expresamente
para ella, por el maestro Fernández Caballero, "La viejecita" (1897)
de Echegaray donde interpretaba a un oficial de caballería, "La Virgen
de la Vega", "La villa de don Diego" de Pérez Montenegro, obras todas
que consolidaron la fama de la artista por toda España.
A partir de 1901, la contralto abandonará la compañía de zarzuela y
se dedicará a representaciones por varios lugares de la geografía española,
como en el Teatro Arriaga de Bilbao, Recoletos en Madrid, Tívoli en
Barcelona, Principal en Valencia con obras como "La maja", "La balada
de la luz" o "La rabalera". Tras este periplo decide retirarse de la
escena el 1 de Junio de 1907 tras su aparición en el Teatro Real de
Madrid con "Cháteau Margaux".
Su
fama aumentó al contraer
matrimonio con el escultor valenciano
Mariano Benlliure, quien a la muerte de su esposa modeló la
medalla del "Concurso de canto Lucrecia Arana", otorgado cada año
por el Conservatorio al alumno de canto más notable.
El gran "brindis" de
La viejecita, o la jota "Si las mujeres mandasen"
de
Gigantes y cabezudos son sus más afamados cantos, pero también puso su voz al servicio de otros
géneros como el tango "El gorro frigio" y un fragmento de la ópera "Ave María" de
Caballerñía Rusticana.