Si queremos aún hoy saber "algo" de Espartero tenemos obligatoriamente que echar la vista atrás y servirnos de las obras, folletos u otros tipos de publicaciones que sobre el mismo fueron editados a lo largo del siglo XIX. Pero en su lectura se nos exige distinguir la ganga de la mena; lo apologético, panegirístico o meramente reivindicativo, de lo censurante, difamante o simplemente crítico. Porque efectivamente se escribió en ese siglo sobre el Duque para todos los gustos y opiniones, producto de ser un personaje rodeado de emociones variadas, no siempre exentas de impulsos pasionales.
Esto hizo que se fueran fraguando "los mitos esparteristas" de todo signo.
En consecuencia, vamos a recorrer de manera breve el camino de la producción historiográfica decimonónica sobre el General Espartero, el Conde de Luchana, el Duque de la Victoria o el Príncipe de Vergara, títulos, que aunque se acumulan en la misma persona, no significan los mismo, para así concretar detalles que nos avisen de aquello que leemos.
Es fácil distinguir distintas etapas en el boom editorial decimonónico sobre nuestro personaje.
El primero y más destacado aluvión de publicaciones referidas o en torno a Espartero corresponde con su Segunda Estancia en Logroño, o al período comprendido entre febrero de 1848 y julio de 1854, y con los años precedentes. Sólo en nuestra bibliografía, en la que como se constata eludimos toda producción de publicaciones periódicas, y desde luego no es ni mucho menos exhaustiva, hemos cuantificado hasta 39 títulos, casi un 45 % del total de los acotados.
Un simple análisis cuantitativo sobre lo que tratan nos clarifica que se reparten casi equitativamente en tres asuntos. Los más, hasta quince, son estudios biográficos generales; once, responden a cuestiones anteriores a la Regencia; e igual número a asuntos y sucesos relacionados con la propia Regencia. Sobre el exilio estrictamente, y los años posteriores después del mismo hasta el Bienio, apenas si se han publicado un par de muestras. Y desde luego ninguna dedicada a hablar de sus actividades en Logroño.
Se constata todo un proceso bibliográfico, -no nos atrevemos a definirlo como un proyecto de "diseño curricular"-, que arranca con la difusión de sus actuaciones y hechos más "gloriosos",
*por ejemplo, las propuestas de Espartero sobre la Guerra después de los sucesos de la Granja ; la ruptura del cerco de Bilbao en la "glorificada" batalla de Luchana ; la oposición a Narváez, las exigencias a la Reina Gobernadora y al Gobierno para concluir la Guerra, y en especial, el "Convenio-Abrazo" de Vergara.
* y se cierra con la justificación, y lo interesante que es para todos, que Espartero esté en la Presidencia del Consejo de Ministros, porque es la única solución de "salvar" a España, como se razona en el folleto, no por casualidad editado en Logroño en octubre de 1840, bajo el significativo título de
La España salvada o Espartero en el poder.
Ya tenemos a Espartero en el poder, y en poco tiempo, en la cabeza del Estado, al ser electo como Regente único. El "hecho" acumulará otro buen número de publicaciones en esta primera avalancha de títulos que acotábamos. Pero si hasta estas fechas prácticamente casi todos los títulos -menos los del aún Mariscal de Campo Narváez en el exilio- son proesparteristas y sientan las bases para crear algunos de los estereotipos aplicados posteriormente a Espartero (La Espada de Luchana, El pacificador de España, El Libertador de España), desde ahora también aparecen los primeros escritos que le son manifiesta y, en algunos casos, rabiosamente adversos. Los primeros de este signo corresponden a la prensa extranjera, o más concretamente a la francesa, pero también se atreven, en especial por cuestiones religiosas y bajo pseudónimo o siglas, y por los sucesos del bombardeo de Cataluña, los de dentro, sobre todo cuando se le hace partir para el exilio.
Pero durante estos años y mientras dura el exilio y el primer retiro logroñés, de cualquier modo, es cuando Espartero entra en el mundo de "los hombres célebres". En este sentido a él se dedican, como decíamos, además de los libros impresos como homenaje en los momentos más próximos a su exaltación a la Regencia, hasta otros quince títulos que ensayan sus primeras biografías con intenciones de totalidad, algunas aún hoy de lectura obligada. Todos estos libros están escritos entre 1841 y 1851, aunque en puridad lo fueron únicamente durante los años en que el Duque estuvo en el exilio londinense, pues los publicados antes del mismo son una biografía en francés del año 1840; otra biografía, en un libro conjunto de personajes célebres españoles de 1842-1843; y un tercero, un ensayo en alemán del año 1843; y los publicados después de su vuelta son, uno, un paralelo entre la vida militar de Espartero y la de Narváez del año 1851, y otro en la misma línea que los que inmediatamente examinaremos, aunque publicado en Málaga en los años 1848-1849.
Las mismas fechas de publicación de todos estos escritos, o sea, durante los años más duros de la década moderada, nos hacen sospechar en el carácter apologético y panegirista que contienen. Y efectivamente así es. Entre los redactores de estos libros están los más destacados amigos de Espartero. Y en primer lugar, y como símbolo de todos éllos,
José Segundo Flórez, que no sólo publica la obra más voluminosa, sino también la primera en el tiempo y la que sirve de modelo casi prácticamente a todas las posteriores incluso hasta en el título, reiterativamente referido a "la vida militar y política" de Espartero. Así sucede con todas las editadas en Madrid en estos años y también las publicadas en Barcelona.
Los únicos escritos de estas fechas que apuntan alguna novedad son
La Esparteriada. Canto épico a don Baldomero Espartero y Espartero. Novela histórica contemporánea por un admirador de sus hechos dedicada a sus verdaderos amigos, que aunque no son más que pobres obras con intención literaria, por lo menos, aunque no sea más que en la ficción, no repiten lo de todos los demás. Quizás, junto con la obra de Flórez, otra de las publicaciones, aunque sea breve, más representativa de esta época es la escrita por varios autores de las redacciones de "El Espectador" y "El Tío Camorra", uno por cada capítulo, y que lleva por título Espartero. Su pasado, su presente, su porvenir.
¿Cuáles son las líneas-fuerza de esta vasta producción historiográfica esparterista de los años cuarenta del siglo XIX?. En general, reivindicar, usando de sus propias palabras, el nombre del "proscripto". Y la recuperación del exonerado Duque tenía que llegar primero aireando su "brillante Hoja de Servicios". Se escribieron capítulos tras capítulos, de páginas y páginas, sobre sus "comportamientos", expediciones, acciones, batallas, operaciones, ... de sus años en el ejército colonial, y sobre todo de los mismos en la guerra civil dinástica. En ellos se describe una trayectoria profesional lineal y teleológica, de marcada orientación determinista, en la que Espartero, forzosamente, tenía que concluir con actos calificados siempre de gloriosos. La obra de Flórez -la modélica de esta época- rezuma, en este sentido, de ultraoptimismo esparterista. Todo lo del Duque había sido glorioso. No cabía duda de que con tal curriculum militar la guerra tenía que ser triunfal para el líder cristino/isabelino. El Convenio de Vergara estaba en lontananza y la victoria anunciada. El título a otorgarle estaba cantado: el de Duque de la Victoria. Pero también había que "rehabilitar" al Conde-Duque político, antes de ser Regente, y cuando lo fue, bien como provisional, bien como unipersonal.
Y este es el segundo empeño de la empresa editorial de estos años. Argumentaban que Espartero fue en contra de la Ley moderada de Ayuntamientos, y a favor del "alzamiento de la capital" de los primeros días de septiembre de 1840 y del "movimiento insurrecional" posterior de todas las provincias" porque así se lo reclamaba el pueblo. Y que si fue Regente, lo fue por elección de "la representación nacional". Y en nombre de ambos, pueblo y representación nacional, -más tarde fraguaría en el lema tan repetido en sus biografías de ¡Cúmplase la voluntad Nacional!-, actuó contra la conspiración derechista de octubre de 1841; contra el "radicalismo" de la ciudad de Barcelona que terminó en la "revolución de noviembre " y en el bombardeo del 3 de diciembre de 1842; y asimismo en los Decretos de signo económico, tal como se muestra en, la llamada por José Segundo Flórez, "época tercera" de la vida de Espartero.
En resumidas cuentas que ya tenemos "fundados" por la bibliografía progresista, aunque aún no vulgarizados plenamente, varios de los más conocidos mitos esparteristas: el de
La Espada de Luchana, el de
El Pacificador de España, el de
El Libertador de España, y algunos otros menos reiterados, pero no menos conocidos y usados en relación con nuestro personaje, como por ejemplo el de
El Nuevo Cincinato.
Pero aún llegarían más, creados en otros momentos de nuevas inflaciones editoriales, así como se potenciarían los anteriores.
La segunda época de acumulación de títulos en relación con el Duque de la Victoria y su significado, corresponde con el "movimiento revolucionario" que se cierra en el Bienio Progresista cuando fue por segunda vez Presidente del Consejo de Ministros. Pero ahora la producción bibliográfica es muy distinta, o se parece poco a la examinada anteriormente.
La "revolución" misma, es el gran protagonista historiográfico de ese momento, y Espartero es simplemente ubicado en élla, como sucede con algunos otros de los protagonistas, como por ejemplo O'Donnell , San Miguel, y hasta con Pucheta. Lo hacen los periodistas extranjeros como Carlos Marx, en sus artículos enviados al New-York Daily Tribune, desde la opinión de la "aptitud de España para la acción revolucionaria"; Frederick Hardman en los publicados bajo el pseudónimo de Vedette en Blackwood's Magazine y en sus cartas mientras estuvo de corresponsal en Madrid entre 1854-1855; o el francés C. de Mazade, desde la visión conservadora; por citar a los más afamados.
Pero también se examina el papel de Espartero por los escritores, publicistas y periodistas españoles, o sea por los intelectuales del interior. Y aunque se vuelve a interpretar a Espartero dentro del "movimiento" desde las más variadas vertientes ideológicas, sin embargo las más insistentes corresponden a los demócratas y republicanos. En este sentido lo hacen Fernando Garrido, Cristino Martos, Francisco Pi y Margall y Nicolás Malo entre otros. Los más callados, aunque sí escribieron sobre "la revolución", son precisamente los seguidores más entusiastas del Duque de antes y de ahora. Y es que en estas fechas tenían poco que decir, pues su preocupación estaba en el hacer. El hacer en contra del mal cariz que había tomado "la revolución"; el hacer para canalizarla, según opinión generalizada de los demócratas. Pero estas opiniones nacieron a posteriori. En los últimos días de julio de 1854 Espartero era reconocido por todos como el libertador del pueblo, o mejor el General otorgado por la divina providencia para vencer a la reacción que le oprimía. En las manifestaciones callejeras de estos días, sobre todo en Madrid, le llegaron hasta a divinizar "subiéndole a los altares"; y en las proclamas y escritos de felicitación envidados de todos los rincones del país, publicados muchos de éllos en las páginas de La Gaceta de Madrid, le aplicaron atributos de santidad, en especial, el de haber padecido el ostracismo con la "resignación de un mártir" . Sin duda, se iniciaba otro de los grandes mitos de Espartero, el de El General del pueblo.

La "resaca" de la caída de Espartero tras el Bienio diluyó el interés editorial por su persona, de tal modo que deberemos esperar hasta los años sesenta para encontrarnos con publicaciones en las que aparezca el General. Y en todas éllas, con anterioridad a "La Gloriosa", los temas son reincidentes: sus servicios militares, insistiendo en la misma línea que los libros de los años cuarenta, y su inserción dentro del Partido Progresista. La tendencia sólo se rompe cuando se hace necesario buscar un Rey que suplante a Isabel II destronada con la revolución de 1868. Ahora sí. El problema dinástico dispara por tercera vez las publicaciones relativas a Espartero. Y aunque el boom se identifique principalmente con las propuestas de su nominación como Rey de los Españoles, sin embargo, también es aprovechado para editarse algunas biografías completas, o para explicar desde otras ópticas, y desde la distancia del tiempo, momentos políticos concretos del pasado protagonizados por el mismo. Ni unas, ni otras aportan excesivas novedades, entre otras razones, porque con la excepción del par de años del Bienio, Espartero se autoexcluyó de la "vida pública", y vivió disfrutando de su retiro en Logroño, motivo, que al parecer, no interesó a nadie lo más mínimo.
Y cuando Espartero desapareció físicamente a principios de enero de 1879, también se evaporó de las planchas de las imprentas. Ya sólo, en lo que quedaba de siglo, se publicó una única obra biográfica en la que se incluía sus exequias y su entierro. Pero ésta correspondía no sólo cronológicamente con los libros citados en el párrafo anterior, sino, que excepto los capítulos finales añadidos por F. Burgos, los restantes eran la reedición del libro de Manuel Hiráldez y José Trujillo.