La Caja Central de Ahorros y Préstamos de la Federación 
        de Sindicatos Agrícolas de La Rioja inició sus actividades 
        el 1 de marzo de 1915.
      En las Juntas Generales de los años inmediatamente anteriores se 
      menciona la necesidad de crear esta Sección Federativa, aunque es 
      en la Asamblea General del 28 y 29 de diciembre de 1914 cuando se aprueban 
      las bases para redactar un Reglamento. El Consejo Directivo lo termina y 
      aprueba el 29 de enero de 1915 y es presentado en el Gobierno Civil el 25 
      de febrero del mismo año.
        
       En el año 1923 la Caja Central instala Sucursales en las poblaciones 
      de las comarcas en las que el sindicalismo católico agrario está 
      más asentado. La primera que participa en el activo de la Caja Central 
      es la de Santo Domingo de la Calzada en el mes de abril de 1923. En el mes 
      de julio del mismo año lo hace la de Viana (Navarra) y en el de agosto 
      la de Nájera. Finalmente se establece la de Haro en el mes de agosto 
      de 1924. Pese a esta expansión su vida sólo llegó hasta 
      el año 1927.
      
      Los capítulos 
        del activo de la Caja Central son cinco: préstamos a los Sindicatos; 
        cuenta de crédito a la Federación -el que más dinero mueve-; 
        deudores diversos a cuentas de créditos a socios particulares y 
        corporativos, existencias en caja; y partidas en suspenso.
      Su filosofía económica está inclinada a entregar a 
      cuenta a la Federación para que ella contrele más cómodamente 
      las inversiones, mientras que la política prestataria a los Sindicatos 
      es muy reducida.
Los Directivos de la Federación situaron los créditos, prioritariamente, 
      en artículos de consumo y en abonos. En un menor nivel también 
      en la conservación de los viñedos. Poco hicieron en cuanto 
      a la introducción de nuevas técnicas o en nuevas formas de 
      economía social.
Los meses con mayores imposiciones voluntarias en la Caja son los de enero 
      y julio, y los que menos los de agosto y septiembre. Esta estacionalidad 
      parece responder a los ciclos de la salida al mercado de los cereales y 
      los vinos en el caso de los ingresos; y con los gastos en abonos, en los 
      del retraimiento. 
