La industria riojana: Primera mitad
del siglo XX.
Hacia la especialización y diversificación comarcal.
El número de activos del sector en 1920 ronda sólo el 18 % -12.070 personas-. El conjunto de centros son cuantificados por el Consejo Provincial de Fomento en 1915 en algunos menos de 600, que daban trabajo a ocho mil personas, con una ratio media de 13 empleados por empresa, en consonancia con el minifundismo de centros. Las inscripciones de Sociedades Mercantiles en el Registro Provincial difícilmente superan el número de diez al año hasta 1919, y su inversión media anual, las quinientas mil pesetas. Pero además, la estrucutra industrial sigue sin diversificarse ni sectorial ni territorialmente, y continúa, por tanto, sometida, incluso con más peso que a finales del siglo, a la transformación de los productos primarios y al dinamismo de sólo dos o tres poblaciones de la región

Después de 1919 el número de Sociedades creadas y el de capitales desembolsados crecen de manera continuada, y lo que es más importante, los apuntes testifican la ampliación de las domiciliaciones sociales a otras poblaciones que anteriormente estaban en blanco.. Incluso esta tendencia no se frena durante la Guerra Civil y la posguerra, debido primero a la coyuntura favorable de los suministros de ropas, calzados y alimentos -en menor medida-, a las tropas de los sublevados, y después, a que el desmantelado tejido industrial de la zona leal a la República tardará en reponerse. Por ello, y pese a encontrarnos con vacilaciones en algunos de estos indicadores, como, en especial, en el de los activos, parece que la tendencia de los años veinte-treinta se mantiene en la misma dirección hasta los años sesenta, como viene a confirmar el Censo Industrial de 1958. En resumen, se pude colegir que la industria riojana desde los años veinte hasta los sesenta se caracteriza por una ligera tendencia a la diversificación y a la especialización, tanto sectorial como territorial
Confirmamos esta interpretación repasando, sucintammente, la marcha seguida por la industria riojna durante la primera mitad del siglo XX.
El peso de la industria desde los años veinte hasta los sesenta, tanto por el número de centros y empleados, como por las inversiones recibidas y el valor añadido que aporta, sigue estando en el subsector de la alimentación. Pero asimismo se remodela, por la conyuntura bélica civil, el textil y el calzado zapatillero, ya no recluidos únicamente en la sierra; y se inician los transformados metálicos.
El subsector de la alimentación continúa protagonizado por los destilados vínicos y por las conservas, sin embargo, se han producido cambios significados. El más destacable es el de la fuerza que consigue la rama azucarera, que inexistente con anterioridad, a mediados del siglo aporta a este subsector el cuarto mayor porcentaje de valor añadido, unicamente precedido por los destilados vínicos, las harinas y el tabaco. Pero también se empieza a dar cierta especialización en los compuestos, como sucede en el caso de los caramelos y en el de las galletas. Este es el proceso seguido por las principales ramas de la alimentación:
:: La recesión finisecular y la crisis de la filoxera hundieron a la viticultura riojana, pero no a la vinicultura, que incluso salió fortalecida.Y esto fue así, fundamentalmente, porque se ajustó la comercialización. Hasta ahora se daba salida al vino lo más rápidamente posible, pero la caída de los precios y la crisis de ventas durante la década final del siglo XIX, obligó a la acumulación de reservas, que después de algunos años terminaron en vinos elaborados y de calidad. La experiencia fue muy positiva para años posteriores, y si durante el final del siglo XIX, y las primeras décadas del siglo XX, los beneficios de este tipo de explotación del mosto terminaron en inversores foráneos -bien nacionales (vascos) o bien extranjeros (franceses)-, en los años veinte y hasta los setenta, se fueron quedando en los antiguos "criadores" y "especuladores" de la región. Pero más importante que esto es la ruptura del monopolio jarrero en la comercialización vinícola, al iniciarse una equilibrada distribución territorial. En este contexto, después de los años veinte y antes de los sesenta, se fundan,o se refundan -con fuertes inyecciones de capital- bodegas en municipios con grandes extensiones de viñedos, pero que habían quedado al margen de la crianza, como Fuenmayor, Navarrete e incluso San Asensio. Así se iniciaba el largo camino hacia la especialización, no sólo vitícola sino también nivícola, de los municipios riojanos de la margen derecha del Ebro situados en zona Media.
:: Esta tendencia hacia la especialización comarcal también se comprueba en la horticultura.Si el inicio histórico de esta rama se encuentra en el valle bajo del Iregua, progresivamente va a tender hacia la Rioja Baja, en torno a la ciudad de Calahorra, que con su producción y su organización prácticamente monopolizó esta rama industrial hasta finales del siglo XIX. Pero después de la segunda década, por esa tendencia hacia la diversificación industrial de La Rioja, se afianza también el poderoso núcleo conservero capitalino, con los Tervijano-el más importante conservero de toda España en los años veinte, con media docena de fábricas repartidas por nuestra provincia, el País Vasco y Lérida-, los Ulecia, los Mugaburu, ... que se reparten con los calagurritanos una producción y un mercado, que tienen su mejor momento, y aporta el mayor porcentaje de valor añadido a la alimentación riojana, en los años treinta-cuarenta. A la vez esta rama induce una señalada inversión hacia un también destacado sector industrial hojalatero para envasado. Pero la estructura empresarial conservera, familiar y mediana, no se transformó, y parece que a mediados del siglo, el poderosos sector conservero riojano perdió la primacía nacional, y la pujanza anterior, cerrándose un ciclo, que hasta mediados de los ochenta, no volverá a retomar.

Pero otras comarcas riojanas también se sumaron a la especialización, incluyendo la propia sierra. Y aunque el sector del textil lanero de las poblaciones serrraans estaba agotado a finales del siglo XIX, sin embargo, son sus "pañeros" los que continuaron monopolizando la inversión del sector, que no fue nada despreciable, porque alcanzó un 12% del total invertido en la provincia desde 1887 hasta 1960. Hasta 1920, nueve de los doce apuntes que se inscriben en el Registro Mercantil como sociedades del textil, se domicilian en Munilla, Ezcaray, Ortigosa y Enciso. Pero superados los años veinte, aún, de una docena de apuntes, la mitad continúan domiciliados en las poblaciones serranas. Si en la primera mitad del siglo XX Haro es "la capital" del vino y Calahorra la de las conservar, Enciso lo es de la industria textil lanera. Y esto hasta los años sesenta del siglo XX, por lo menos. Su resurgir, como el de los restantes centros serranos en general, es coyuntural, y responde a la demanda de "los nacionales" durante y después de la contienda civil, y a la participación de capitales foráneos, en Enciso alicantinos, pero también catalanes y burgaleses en otras poblaciones. El grueso inversor, no obstante, procedía de los herederos de familias tradicionales de pañeros serranos, como los Quemada, los de la Riva, los Fernández, ...
Al igual que las crisis del vino fomentó la industria conservera riojana en los años finales del siglo XIX, la crisis de la industria textil serrana hizo lo mismo con la rama de los calzados. Primero en las décadas iniciales del siglo XX, se ensayó la rama zapatillera y alpargatera en la propia sierra, especialmente en Munilla, creándose varias fábricas. Pero el aislamiento, como sucediera con los textiles, fomentó las dificultades, y en los años treinta hubo que reestructurar el sector. Y esto se hico de dos maneras: una, arriesgada, inyectando capitales y quedándose en la sierra; y otra, más fácil, marchándose a poblaciones con mayores posibilidades. Esta solución tomaron los Fernández, asentándose en la capital en 1930, y los Sevilla trasladándose a Arnedo en 1938. Después, a partir de los años cuarenta,la rama zapatillera se centró en la capital, aunque continuaron creándose algunas sociedades en lugares de tradición artesanal de este producto, como Cervera de Río Alhama o el propio Enciso. El calzado, en sentido propio, nació como sector industrial a finales de los años veinte en la ciudad de Arnedo. Las fábricas, en su gran mayoría fueron creadas en los años cuarenta, previos ensayos en los treinta, con escasos capitales, y por jornaleros y modestos artesanos, que mediante ampliación de capitales, terminaron convirtiendo a esta ciudad en el centro animador por excelencia de este sector industrial de la provincia. Su empuje determinó el crecimiento demográfico de la ciudad y aportó un valor añadido que finales de los cincuenta representaba casi el 10% del total de la provincia.
Finalmente se constata, en los años cincuenta, el nacimiento de la industria de los transformados metálicos