La industria riojana. Del textil a la industria alimentaria.
Segunda mitad del siglo XIX
La evolución de la estructura industrial fabril riojana durante
la segunda mitad del siglo XIX está marcada por la decadencia del "glorioso
pasado" de la industria "fabril dispersa" del sector textil lanero en la sierra
y por la creación y expansión de subsectores agroalimentarios en el valle de
Ebro.
Sobre datos de la Contribución Industrial y de Comercio de la provincia de Logroño, los dos sectores fabriles mencionados totalizan el 85 % de las cotas a mediados del siglo XIX.
Sobre datos de la Contribución Industrial y de Comercio de la provincia de Logroño, los dos sectores fabriles mencionados totalizan el 85 % de las cotas a mediados del siglo XIX.

Sin duda la industria fabril riojana estaba, a mediados de este siglo, muy limitada
a elaborar productos de "comer y vestir el cuerpo" y su equilibrio correspondía
a la tracidional complementariedad entre el valle y la sierra. Sin embargo,
según transcurre el medio siglo final del ochocientos, el equilibrio económico
territorial se rompe en beneficio del valle y con la muerte
de la sierra, y del protagonismo del duo: textil y alimentación, se termina
en el sólo de la alimentación. La única tendencia positiva que se aprecia en
este medio siglo es la tímida potenciación de otros sectores fabriles, guiada
por maestros artesanos y, sin duda, inducida por el mayor nivel adquisitivo
general cosechado con la capitalización del vino.
La estructura industrial de los años finales del siglo en nuestra región, deducida de nuevo sobre las cuotas contributivas, nos muestra la progresión del sector de la alimentación, asentado casi únicamente en poblaciones del llano, en torno, él sólo, al 45-60 % del total, y el reparto del resto del porcentaje entre los otros siete subsectores sin superar ninguno las dos cifras
Las causas de estas transformaciones económicas son de muy diversa índole y vienen de antaño. La industria lanera camerana dispersa se debilita con la crisis de la trashumancia y la consecuente huida de capitales hacia centros comerciales y mercantiles más seguros de otras zonas del país durante la segunda mitad del XVIII. Las reformas institucionales del régimen liberal de la primera mitad del XIX agudizaron aquel debilitamiento, y las mejoras infraestructurales viarias de la segunda mitad del XIX, primando el valle, hicieron el resto.
Los paños de los núcleos serranos de La Rioja aún son demandados en el valle hasta los años cincuenta del siglo XIX, como ponen de manifiesto las contratas con el ejército isabelino durante las guerras carlistas o las letras giradas a las Casas de Banca de nuestra provincia. Pero, doblada la mitad del siglo, la competencia catalana, apoyada en la renovación tecnológica, desarticuló a los pañeros serranos, aunque se patentiza su resistencia con la concentración mercantil y la territorial. Sin embargo no fue bastante: la desigual oferta asoló las tierras altas, y a finales del siglo XIX únicamente quedan reliquias -Sucesores de ..., Hijos de ...- de la industria fabril de paños, en algunas poblaciones serranas, cerrándose así la entente económica entre sierra y valle.
Es el valle el que presenta la cara dinámica de la economía riojana. Y esto por razones opuestas a las mencionadas para el textil. Sus materias primas gozan de más salida; se las protege desde el año 1822; y además aumentan tras el libre mercado de las tierras de manos muertas eclesiásticas y de comunales. Estas ventajas propician el desarrollo del sector fabril al buscar actividades transformadoras. Sin embargo sus efectos inducidos, aunque se manifiestan en todas las ramas, no se reparten de modo similar. Y lo que es más importante, sólo los destilados, y en menor medida, todavía en estos años, las conservas vegetales, se modernizan y atraen capitales. La industria harinera, por ejemplo, se sigue apoyando en la tradición, con molinos maquileros de una sola piedra, de rodetes y movidos por agua; con muy reducida mano de obra, pocos meses de molienda y escasa concentración e inversión. El térimono "fábrica de harinas" es testimonial en La Rioja decimonónica. Lo mismo sucede en los molinos para aceituna.
El sector vinícola sigue otros parámetros, aunque no se despega del todo de las costumbres seculares. El propietario de viñas riojano sigue conjugando hasta bien entrado el siglo XIX la viticultura y la vinicultura. Su máxima preocupación era dar salida a la cosecha anual, desentendiéndose del largo proceso de vinificación que requieren los vinos de calidad. Por ello sus inquietudes de modernidad no iban muy lejos, y sólo se limitaban a pugnas personalistas para alcanzar medallas en las Exposiciones, y a la defensa de intereses gremialistas, fomentados por el "lobby" provincial creado en torno a agupaciones -Juntas o Reales Sociedades de Cosecheros, Asociaciones Enológicas de propietarios, ...-, que en las situaciones coyunturales desfavorables les sacan de apuros. Cuando la situación les era propicia -y lo fue extraordinariamente en la segunda mitad del siglo XIX- triunfaba el olvido y el individualismo, y se limitaban a acumular capital.
En este contexto la industria moderna vinícola riojana se inició en los años sesenta del XIX con el voluntarismo de intrépidos personajes, riojanos algunos, foráneos los más, que "contra viento y marea", terminaron creando Bodegas que el "marketing" de hoy sigue recordando. No obstante, la propia dinámica y fuerza del sector desembocó en una industria fabril bodeguera moderna en tecnología, en inversión y hasta en comercialización, que con una veintena de centros, ubidados durante la segunda mitad del siglo XIX, casi en exclusiva en la ciudad de Haro, fue consolidando y afamando el sector.
Cerrado el siglo XIX, las conservas vegetales son, en mayor medida que la industria vinícola, el sector puntero, no sólo de la industria fabril riojana, sino de todo el territorio nacional, con un tercio del total de las fábricas existentes en estas fechas en toda España (49 de 154). Hasta llegar aquí se había recorrido un lento camino de aplicaciones novedosas, como el método Appert, y un conjunto de ensayos empresariales, que progresivamente terminaron en una industria pionera que vivificó La Rioja Baja en torno a la ciudad de Calahorra, llamó la atención de su potencial, y, especialmente, atenuó en La Rioja los rigores sociales de la filoxera.