"En
la villa de San Millán de la Cogolla,
correspondiente a la provincia de Logroño y Obispado de Calahorra y Lacalzada
a treinta y uno de diciembre de mil ochocientos setenta y cuatro: Yo Don Fr.
Antonio Arce Cura ecónomo de la parroquial de la misma bauticé
solemnemente a una niña, que nació el día veinte y ocho
del mismo mes y año a las cinco de la tarde a la que puse por nombre
María de la O, hija legítima de Don Leandro Lejárraga y
Dña. Natividad García, esta natural de Madrid y aquel de Tormantos,
y vecinos de esta de San Millán: Abuelos paternos Don Marceliano Lejárraga
y Eusebia Estecha naturales y vecinos de esta villa: maternos Don Luis García
natural de Valladolid y Dña. María de la O Casale natural de Aldea
Davila de la Rivera, Salamanca, y vecinos de Madrid. Fue su Madrina Petra Lejárraga
natural de Tormantos, y tía carnal de la bautizada a la (que) advertí
el parentesco espiritual y demás obligaciones. Y por verdad lo firmo
fecha ut supra".
Rubricado: Fr. Antonio Arce
Las
glosas emilianenses
Las primeras palabras escritas en la
lengua castellana y en la lengua vasca se encuentran en los márgenes
del
Códice Emilianense 60 y fueron escritas por un monje anónimo
bilingüe hispano vasco parlante de finales del siglo X. El códice
recoge una narración de las
Vitae Patrum, un consistorio de demonios,
señales que precederán al fin del mundo, tres sermones y una homilia
de San Agustín. Las dificultades de interpretación de estos textos
hicieron que los monjes pusieran en los márgenes palabras equivalentes
en latín, romance y euskera (éstas son las glosas).
En este códice se encuentran hasta 145 glosas (explicaciones) en castellano
y dos en euskera. La situada en el margen del folio 72 es la más completa
en castellano, ya que se trata de una frase entera con estas palabras
"cono
ajutorio de nuestro dueno, dueno Christo, dueno Salbatore, qual dueno get ena
honore, equal dueno tienet ela mandatjone como Patre, cono Spiritu Sancto, enos
sieculos delosieculos"
Las dos glosas en euskera son:
"jzioqui
meruimur" (glosa
31) y
"guec ajutuezdugu" (glosa
42)
La última se acompaña por esta otra en castellano: "nos non caigamus".

En este mismo lugar trabajó, en el siglo XIII, el primer
poeta de nombre conocido de la lengua castellana: Gonzalo
de Bercelo.