En este contexto de posicionamientos ante la República participa María
Lejárraga en el Ateneo durante casi todo el mes de mayo de 1931.
Explica un curso, en cinco lecciones, sobre la necesidad de que las mujeres
españolas apoyaran a la República. Su título, Por qué
las mujeres españolas deben amparar la República. Sus partes,
los Motivos ideológicos, los Motivos de orden práctico, La República
y la esclavitud femenina y los Temores (in)necesarios. El curso, aunque fue
anunciado en exclusiva para las mujeres, también fue seguido por "bastantes
hombres". Las cinco lecturas en la Cátedra el Ateneo fueron publicadas
después con el título genérico La mujer española
ante la República, dividiéndose en éstas cinco partes: Realidad,
leída el 4 de mayo; Egoísmo, el 9; Libertad
el 11; y Religión y Federación, el 15 y 18.
María imparte su cursillo en el Ateneo de Madrid durante el mes de mayo
basada en estas inquietudes. "Hablar, hablar incansablemente, hablar constantemente
en bien de la República", contestaba a la periodista del Crónica
cuando la encuestaba sobre "¿Cuál debe ser la labor de las
mujeres en la República?". Y la entrevistadora resumía el
cursillo así: "Ha sido un cursillo de vulgarización de deberes
y derechos ciudadanos y de aclaración de algunos conceptos que se prestaban
a lamentables confusiones". Y el ciclo fue esto, pero también mucho
más. "Por una vez van a saber de veras cómo pensamos las
mujeres", decía María Lejárraga.
La estructura del curso es muy racional. Consta de dos partes: la tres lecciones
iniciales constituyen la primera, refiriéndose a lo que pueden ofrecer
las mujeres a la República, lo que ella "nos puede dar en pago"
y lo que las mujeres pueden esperar de la misma; y las dos últimas argumentaban
sobre dos temores innecesarios para aceptarla: el "problema religioso"
y el "problema catalán".
El cursillo se construye sobre el lema: "La
patria que para los hombres es "la madre", para las mujeres es "el
hijo". Y siguiéndolo, elaboró un grupo de premisas que terminó
en un análisis psicologista de la preocupación por la República,
al igual que la madre se preocupa por sus hijos.
Establece que así como
éstos pasan por etapas naturales que les producen problemas, también
sucede lo mismo con el nuevo régimen. "El país, nuestro hijo,
está bajo la influencia de un cambio que es, sencillamente, un fenómeno
de crecimiento". "Ha entrado en una especie de adolescencia que, desde
luego, no es ni puede ser el último avance de su evolución".
Mientras llega a su madurez sostengamos "con todo nuestro esfuerzo el régimen
que acaba de implantarse".
Hagámoslo siguiendo la propuesta del
Gobierno Provisional, que viene a ser la misma que aplicamos a nuestros hijos:
vigilancia, orden y trabajo. Vigilémonos nosotras para no acoger y esparcir
"rumores absurdos" que dañen el crédito de la República.
Actuemos con serenidad, sin alarmas ni gritos, en definitiva con orden. Trabajemos
también para capacitarnos y así "ayudar a gobernar la casa".
Y cumplamos con estas tres exigencias porque la República española
es una "realidad", pues, "los hombres que ocupan el Gobierno
... han empezado a "hacer inmediatamente", en todos los campos, y
en concreto el Gobierno Provisional en "quince días ha hecho más
en favor de las mujeres que todos los gobiernos monárquicos que se han
sucedido desde el reinado del sabio Alfonso X, ... y esto es sólo empezar".
En las Cortes Constituyentes "saldrá la absoluta igualdad de derechos
y deberes para hombres y mujeres" y alcanzaremos nuestras aspiraciones
y podremos así acabar "con la esclavitud femenina".
Si las mujeres deben apoyar la República por estos motivos considerados
por María como ideológicos, también lo tienen que hacer
por otros de tipo práctico, basados en el egoísmo. Por puro egoísmo
queremos lo mejor para los hijos y también para nosotras mismas. Estas
dos cuestiones constituyen los temas expuestos en la segunda y tercera lectura.
Parte en la segunda de "la gravedad de la situación económica"
del país, del "arcaísmo de la organización de nuestra
enseñanza" ("desorganización maquiavélicamente
organizada", dice) que termina en resultados graves, como la falta de técnicos,
una "producción" escasa y cara, una nación de "holgazanes
por desaliento", ...
Apoyemos a la República por la buena voluntad
que apunta para resolverlos, ya que la monarquía "no lo ha hecho
ni lo ha dejado hacer". El cambio de régimen se justifica por esta
intención. Pero es que además "si la República no
remedia los males que existen, no tiene ella misma razón de existir".
Por ello conviene al régimen solucionar estos problemas básicos.
Así que el egoísmo y las conveniencias deben convertirse en el
determinante para la colaboración con la República. No nos preocupemos
demasiado de otros problemas más accesorios. Que si la bandera tiene
"un color, dos colores, tres. ¿Qué más da ...?".
Y al hilo de estas reflexiones sobre la bandera introduce María el tema
de la paz para España, concluyendo con una premonición trágicamente
cumplida: consolidad la República porque "si mal agradecidas, fomentárais
el odio y la contradicción dentro de la Patria, inevitablemente encenderíais
la guerra civil. Pensad eso: la guerra Civil ... "¡No la encendáis
a ciegas, mujeres de España!."
En la tercera conferencia argumenta que se debe apoyar a la República
por egoísmo para la liberación de las propias mujeres. Repasa
el Código Civil, el Penal, la Constitución del Estado, en lo relacionado
con los derechos y los deberes de las mujeres, para concluir que existe un conjunto
de "injusticias legales", que generalmente se llama "esclavitud
femenina" o "negación de la mujer".
Se pregunta: ¿Qué
se le niega a ésta?. Contesta: absolutamente todo y sin atenuantes "desde
el mismo momento en que la mujer se casa". Concluye: "por esto, un
régimen de libertad, ..., está obligado a libertar a la mujer".
Le conviene porque somos muchas. Pero también porque hay mucho que hacer
en España y necesita pedirnos ayuda para casi todo, y en especial para
legislar. Y recuerda la guerra, y la cuestión de los hijos ilegítimos,
y "la forma nueva de familia".
Apoyemos al Gobierno de la República
porque hasta ahora ha dado "pruebas fehacientes de su buen propósito",
porque ha puesto en manos de mujer la Dirección General de Prisiones,
ha abierto los Registros y las Notarías a las mujeres, las ha declarado
elegibles. "Y esto es sólo empezar. Porque de las Cortes Constituyentes
saldrá la absoluta igualdad en derechos para hombres y mujeres".
Y concluye con otra intuición femenina premonitoria: si no triunfa la
República y "lo de antaño vuelve, ¿no tomarán
los caídos de hoy tremendas represalias contra las que hayamos querido
amparar la libertad, y entonces estaremos peor que estábamos?".
Por todo esto, por enésima vez, postuló el amparo hacia la República.