La primera ocasión que está María en el salón de
actos del Ateneo de Madrid es el 24 de julio de 1931, e intervino como portavoz
de los deseos de "muchas mujeres españolas de fundar una Asociación
(femenina) sin diferencias de clases ni de color político".
Formar
una asociación, dice María en la tribuna, que fuera un centro
"donde se aprendiesen todas las cosas que pueden tender a hacer evolucionar
el espíritu de la mujer"; y en la que todas estas cosas se enseñaran
no de manera árida, "sino en relación con la vida humana
y con las necesidades y aspiraciones de la misma".
De ésta conferencia
a la que nos referimos ahora, y de sucesivas charlas y reuniones nacería,
unos ocho meses más tarde, en concreto el 11 de marzo de 1932, la "Asociación Femenina de Educación Cívica" fundada por María y
otro grupo de mujeres progresistas. De manera resumida diremos que la Cívica,
en su intención y en sus actividades, busca la mejora de las mujeres,
en especial las de las clases medias, a través de la cultura. Excusamos
mayores puntualizaciones sobre el particular, porque en otra página
nos referiremos con más extensión.
El 3 de abril de 1934 se celebró en el Ateneo una velada contra "el
restablecimiento de la pena de muerte", y en la que se disertó
contra el Proyecto de Ley apoyada por el nuevo Gobierno republicano nacido de
las elecciones de noviembre de 1933. Esta velada es un acto más, inserto
en un conjunto de manifestaciones de protestas a nivel nacional contra el citado
proyecto, después de que la pena de muerte fuera abolida por el Gobierno
republicano del primer bienio. En ella hablan el radical-socialista Mariano
Ruiz Funes y nuestra María, dando razones sobre la ineficacia y la barbarie
de dicha la pena.
El republicano Ruiz Funes está en contra de la pena de muerte por distintas
razones. En primer lugar por su ineficacia como castigo del delito, ya que se
comprueba que la eficacia no está en esto, sino en "el aparato terrible"
que la caracteriza. Así que "lo interesante de la pena de muerte
no es el castigo ni la ejemplaridad del castigo como tal, sino el espectáculo
del castigo, ... que impresiona las conciencias de los demás y les aparta
de los delitos". La eficacia de esta pena está en su carácter
de publicidad, pero no para el delincuente, sino para el espectador.
En segundo lugar, establece, dos categorías de delincuentes: los que
tienen la posibilidad de corrección y los incapaces de corregirse. Defiende
que en el primer caso, lo que se debe hacer, es solventar las razones o causas
de la criminalidad; y en el segundo caso, es suficiente "la separación
de los delincuentes de la sociedad". La intimidación que la pena
de muerte aporta, como defienden algunos, no es así, pues el que comete
un delito arriesga con él su vida.
Y termina diciendo, que la pena de muerte en España ha sido una ficción,
"ya que en la mayoría de los casos las penas no han sido ejecutadas".
Es como "un espantajo grotesco, como los que se colocan en las cosechas
para impedir que las coman los pájaros".
María Lejárraga enfoca su condena de la pena de muerte desde otro
punto de vista. Acude al terreno político como Diputada sentada en la
oposición, manifestando que el "Gobierno está orgulloso"
del proyecto de Ley , tal como se demuestra en el "énfasis oratorio
y en la satisfacción" que puso el Ministro de Justicia en la lectura
del Proyecto en las Cortes. Y se pregunta: "¿Es que el Gobierno
no es de estos tiempos sino de aquellos en que se descuartizaba y se hacía
morir a los hombres?" Y se contesta: "Yo creo que no merecemos los
españoles un Gobierno así, que acude a procedimientos primitivos,
bárbaros para imponer la autoridad.". Y establece como conclusión
que "estas medidas" son "supervivencias de los tiempos crueles".
Las dos restantes apariciones de María en el Ateneo de Madrid son para
disertar en contra de la guerra. El 28 de junio de 1932 participa en un Acto
conjunto del Comité Español contra la Guerra y el 24 de marzo
de 1936 da una conferencia en solitario sobre lo mismo.
En el verano de 1932
está junto a dos personalidades destacadas de la política del
momento, Eduardo Ortega y Gasset y Julián Gómez Gorkin, y presididos
por Eduardo García del Real. En la primavera de 1936, María se
refiere a los responsables de la primera Guerra Mundial (1914-1918).
Es difícil juzgar, dice, con "exactitud quiénes fueron, si
el zar, Poincaré, Guillermo II o el emperador de Austria", es decir,
los dignatarios de los Gobiernos nacionales más implicados. Pero sí
enumera a los auténticos culpables. "los discursos inflamados, las
carreras de armamentos, el espíritu patriótico de los ignorantes
y, sobre todo, la vergüenza que impide a los gobernantes volverse atrás".
Y también, por otra parte, menciona a los más destacados luchadores
que se esforzaron por ir contra la misma, enumerando a un conjunto de escritores
destacados como Wells, en su obra El hombre libertado, Henri Barbusse con El
fuego, y otros (Remarque y Renn), además de la Alianza Universal de Mujeres, tan solícita en un principio y tan despreocupada después, como
para terminar sin resultados.
Estableció en su exposición tres principales conclusiones, ideológicamente
más radicalizadas que en las otras conferencias que hemos comentado en
los ciclos: La primera conclusión es que los hombres no suelen caer en
las mismas faltas, pero que los nuevos hombres "se dejan engañar
con los mismos embustes que sus padres". La segunda, "que las guerras
tienen siempre una causa económica, y que no hay salida con el sistema
actual". Y la tercera, como consecuencia de la anterior, en la que supera
sus posicionamientos ideológicos de conferencias pasadas, tal y como
puede comprobarse en la conferencia Dudas del Momento, que habrá que
"hacer la revolución para acabar con las ganancias, causa de todos
los males".
Cierra su intervención dirigiéndose a los tibios o indecisos sobre
el hecho revolucionario, etapa que añade ahora a su discurso político
como decimos. "Para los que me escuchan que tienen miedo a la revolución,
por no querer sangre, les diré que, por ejemplo, el total de víctimas
de la Revolución Francesa, tan cruel, es muy inferior al total de muertos,
en un sólo día, de la última guerra".