En la segunda parte del curso, en las dos últimas conferencias, se ocupó
de un par de cuestiones muy concretas, que, en estas fechas y durante toda la
República, produjeron agrios debates y acciones extremadamente cruentas.
Es lo que Tuñón de Lara denomina "claves de la República",
junto a algunas otras.
En la del día 15 de mayo analizó la denominada
"cuestión religiosa" y en la del 18 la "cuestión
catalana".
Sus opiniones sobre ambos temas fueron las más difundidas
en las entrevistas de los periódicos y en las sedes de los partidos y
organizaciones, y cuando se le imputaron responsabilidades políticas
después de destruida la República estas opiniones son algunos
de sus cargos.
La conferencia se centra fundamentalmente en tres
cuestiones: la libertad de cultos, la escuela laica y la separación de
la Iglesia y el Estado. Apasionadamente, con protestas, campañas y "santo
horror", se ha "levantado un estandarte" en contra de ellas,
y mucha gente ha clamado y se ha "puesto en marcha" para resistirse
a su implantación. "¿Por qué lo habéis hecho?",
se pregunta María. "¡Por fe y por obediencia!". Responde
que ésta, desde luego, no es a la Iglesia Católica, "no a
su cabeza visible en la Tierra, el Romano Pontífice"; no a Roma,
"definidora y maestra infalible para todo católico"; ya que
no lo exige "en país ninguno". En Francia hay escuela laica,
el Estado y la Iglesia viven independientes. Y lo mismo sucede en los Estados
Unidos de América. Así pues, "no habéis clamado con
la voz del Pontífice, ... sino con una parte del clero español"
que os han hecho lanzar estos "gritos" "sin tomarse el trabajo
de explicároslos". Y esto es lo que hace María Lejárraga
en la cuarta conferencia del ciclo La mujer española ante la República.
Libertad de cultos significa "que el Estado respeta la conciencia de cada
uno de los individuos que lo componen, y le autoriza no sólo para practicar
su religión individualmente, sino para reunirse con todos sus correligionarios
y celebrar en plena tranquilidad y seguridad los actos religiosos". Se
reconoce que haya iglesias abiertas, administración libre de sacramentos,
libertad de propaganda religiosa dada por la Iglesia o por la familia, seguridad
de que nadie ha de ser molestado, inquietado, perseguido ni siquiera preguntado
por aquello que cree o deja de creer. "En una palabra, libertad del ser
humano para establecer su unión con Dios". Y tantos otros que buscan
su salvación por otros caminos, con esta libertad, también puede
hacerlo, no los coloquéis en el "trono de los perseguidos".
Y narra su propia experiencia y la de un misionero "entre budistas indios"
en relación con estas cuestiones. Y concluye: no suprimáis la
libertad de cultos, ni tengáis motivo de temor alguno porque "se
establezca la libertad de cultos".
"¿Por qué ha de entregar la Iglesia la predicación
del evangelio a un elemento secular?. No hacen falta las Escuelas Nacionales
para la propaganda de la fe. Hasta ahora el resultado de la escuela española
ha sido que "el pueblo se ha alejado de Dios". "La escuela no
puede ni debe encargarse de enseñar religión". "Búsquelo
en la familia, no en la escuela; encuéntrelo en la madre, no en el maestro".
La escuela sólo puede poner "los cimientos de todo sentimiento religioso:
amor a la verdad, lealtad al entendimiento para consigo mismo". La escuela
debe ser laica, "no puede ser problema, ni conflicto, ni preocupación
de ninguna clase para la Iglesia que sabe ser maestra y que quiere enseñar
por sí misma".
"Separación de la Iglesia y del Estado quiere decir que en cada
nación el estado se ocupa de sí mismo y de todo lo que a él
le atañe,... en perfecta independencia y posesión de su autoridad,
y sin sujetarla al dictado de una confesión religiosa determinada"
... Y también "quiere decir que deja a la Iglesia en absoluta libertad
de ocuparse de la salvación del alma de cuantos individuos componen la
nación" ... Y esta separación implica muchas consecuencias,
y entre ellas, las más importantes son que el Estado no paga al clero,
pero a su vez la Iglesia no se ve obligada a bendecir injusticias; que la Iglesia
alcanza su autoridad espiritual con lo que elude la materialidad; que se aparta
de la ley oficial y puede "defender el derecho del oficialmente perseguido",
... Y concluye con un grupo de preguntas y con un ruego: ¿A qué
puede obligar a la Iglesia Católica, a las mujeres católicas,
la separación de la Iglesia y el Estado? "¡Apasionadas católicas
de España, seguidlo siendo, enhorabuena! Pero poned vuestra pasión
en donde debe estar: en la defensa del tesoro espiritual de la Iglesia"...
La última conferencia del ciclo, leída el 18 de mayo de 1931,
está publicada con el título de Federación, aunque en la
prensa se anunció como el "Problema catalán". Y es que
la exposición de María Lejárraga en el Ateneo se dedicó
a la integración de ambos términos.
Parte en su exposición de un grupo de supuestos teóricos políticos
sobre el significado del verbo gobernar para concluir que se basa en la autoridad
y en la ley. La autoridad se puede ejercer de dos maneras: 1ª) "por
imposición de una voluntad única ... que "si se trata de
un Estado, esa manera de gobernar se llama centralismo", ejerciéndose
por la absorción de "poderes varios en un centro fortísimo
de acción"- o por la administración al distribuir por las
provincias todos los caudales acopiados; y 2ª) por "cooperación
de voluntades libres unidas para un fin común", que se puede llamar
forma de gobernar descentralizante, y que es cuando un Estado "atribuye
... la parte de poder necesaria para asegurar la buena marcha, tanto política
como administrativa" a las partes... Así el Estado se organiza federativamente
o se constituye en una federación".
"Una patria, pues, puede estar constituida por un Estado centralista o
por un Estado federal". El hecho de que Cataluña "desee formar
parte de la patria española como miembro de una federación"
no es ningún crimen contra el patriotismo. El que se haya considerado
así "depende únicamente de que España, durante varios
siglos, ha sido -contra toda su tradición- una monarquía centralista,
... porque ha ocupado el trono una dinastía no española, sino
francesa", país que puede ser considerado como el paladín
del centralismo. Cataluña no ha podido adaptarse nunca a esa forma de
Estado, y ahora cuando ha caído el trono que sostenía y representaba
el centralismo, se ha decidido por la descentralización federativa. Y
concluye: "Esta es la verdad sencillísima de lo que se llama problema
catalán".
Pero la idea de gobierno, decíamos, se basa también en la ley,
y ésta puede considerarse como mandato o como convenio -que es la propia
del sistema parlamentario de la República-, y también como única
o como diversa. Examinemos esta última clasificación. Parece que
la ley única -igual para todos-, es el ideal de justicia y así
se recoge en el conocido lema de la Revolución Francesa ¡Libertad,
Igualdad y Fraternidad! Pero la cuestión no es tan sencilla. "Libertad
e Igualdad, parecen significar lo mismo, y significan, precisamente, lo contrario".
"Suenan muy bien juntas ... pero apenas se las quiere hacer servir unidas
a un mismo fin, surge su inevitable contradicción". Y recurre al
conocido ejemplo de Lenin que cuando las puso en práctica estableció:
"¡Viva la igualdad, aunque la libertad se vaya a paseo!".
Para la solución de este enfrentamiento, distingue María, entre
elementos sustantivos y adjetivos en los seres humanos. Los primeros son iguales
para todos; los segundos diferentes. Y esta distinción "se acentúa
cuando se trata del individuo parte de un estado, que se llama región".
Así que la ley debe ser "una para todos cuando de lo esencial y
substantivo se trate, y diversa, flexible, multiforme, cuando se refiere a lo
peculiar o adjetivo". El derecho a la vida es un ejemplo de ley universal
para todos, que exige la abolición de la pena de muerte; y no se puede
establecer, por ejemplo, "la misma ley agraria" para "regiones
en que la tierra es propiedad de unos pocos ... que para regiones en que está
la "tierra quebrada y dividida, poseída por innumerables pequeños
propietarios". No es que María quiera "destronar" la igualdad,
sino que busca potenciar las cualidades peculiares del hombre libre, cuando
ya el dogma de la igualdad es reconocido por todos. Así que apliquemos
estas doctrinas a la administración de los recursos de un Estado. Hay
necesidades comunes, "defensa y comunicaciones generales", por ejemplo
que deben de ser administradas por el Gobierno general; pero también
hay necesidades peculiares de cada región que debe ésta encargarse
de ellas.
Examina la Historia de España y concluye que el Estado español
es el resultado de una amalgama de las más diversas "aportaciones
materiales y espirituales". Este eclecticismo de peculiaridades "es
nuestra riqueza; pero es también nuestro conflicto". "¿Cómo
acoplar en unidad política este conglomerado contradictorio? ¿Cómo
gobernar esta nación-mosaico,...?" Las monarquías históricas,
desde los Austrias, responde, lo ha hecho a través de la dominación
por el centralismo, ahogando las aspiraciones de la diversas regiones y considerando
que "el regionalismo es una herejía". Y la que más se
ha opuesto a esta dominación ha sido Cataluña, y sin duda lo ha
hecho por su mayor modernidad económica, y no sólo industrial
sino también agrícola; por su mayor "solidaridad ciudadana",
por su mayor cooperación y federación entre ellos. Esto les ha
hecho los más fuertes de España y también los más
desesperados, y han "levantado la bandera contra España, porque
la monarquía y el Gobierno central habían decidido que España
era el trono y era el centralismo". Y hay más. El centralismo ha
creado tantos problemas al Estado que "el conflicto catalán"
ha sido "buena pantalla con que ocultar cosas que no eran para vistas".
Y por ello "oficial y voluntariamente se ha fomentado la mala inteligencia".
Proclamada la República ha podido oírse "¡Cataluña
dará guerra!", y esto lo han dicho gentes que "no son capaces
de saber ni siquiera hacia dónde cae Barcelona". Pero no es de extrañar,
porque "una tenaz campaña de Prensa y de opinión se ha pasado
más de cuarenta años consagrada a la dulce y patriótica
tarea de suscitar y fomentar el desacuerdo". Y concluye en que "no
hay que asustarse en esta hora de formación ilusionada, ante el fantasma
artificioso y arteramente evocado del peligro catalán".
El cursillo de María en el Ateneo
tuvo resonancia. Y el 7 de julio de 1931 se celebró un Homenaje en su
honor en el Retiro madrileño, así como también después en el Ateneo de Barcelona.